jueves. 25.04.2024

Hoy, 22 de febrero, Baltasar Lobo cumpliría 107 años. El mismo mes en que nació, el de febrero de 1910, Canalejas había sido nombrado presidente del gobierno por Alfonso XIII y en El Correo de Zamora del día, el proceso por los sucesos de Villaveza del Agua, una reyerta entre vecinos con varios muertos, destacaba en la primera página entre anuncios de aguas y balnearios, academias, pastillas para la tos, norias, nitratos y estomacales.

Nació en el seno de una familia modesta en un pequeño pueblo de la Tierra de Campos, dominado por el color de esa misma tierra y del barro con que se construían sus casas. Cerecinos era entonces un pueblo vivo, cuyos 1.388 habitantes se dedicaban a la agricultura y a cuidar de sus rebaños de ganado lanar, como se escribía en las enciclopedias de antes. Un pequeño microcosmos, con sus casas, sus tierras de labor y un arroyo, llamado de Piedra Blanca, que fertilizaba los vastos campos de cereal.

A medio camino entre Tordesillas y Benavente, el pequeño Baltasar podía observar la parada de postas, donde los viajeros tomaban caballos de refresco para continuar su ruta. E imaginar otra vida más allá de la planicie, en que los sueños y las manos trabajaran a la par.

Su padre, carpintero, supo transmitir a sus hijos el afán por el saber y la cultura que, en el caso de nuestro protagonista, se unió a una clara y decidida vocación artística. Se cuenta que, con inusitada lucidez y determinación, y con tan sólo diez años, se plantó ante su padre para exponerle vehementemente que sin el arte su vida no tenía sentido.

Hablamos de Baltasar Lobo, a quien esa infantil determinación llevó con solo 12 años de su Cerecinos natal al taller del imaginero vallisoletano Ramón Núñez para seguir aprendiendo. El mismo que más tarde, gracias a las becas con las que la Diputación provincial dotaba a jóvenes virtuosos de provincia, llegaría a Madrid para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. El que unos pocos años más tarde dará muestras de su compromiso social y político colaborando como ilustrador en varias publicaciones anarquistas e instruyendo en la lectura y escritura a los combatientes. El que finalmente cruzará la frontera y llegará a París para convertirse en un referente de la escultura del siglo XX.

Ciento siete años después de su nacimiento, Zamora tiene una deuda con Baltasar Lobo: le debe la memoria, el reconocimiento de lo que fue su vida y un museo que albergue y visibilice el legado que generosamente donó a la ciudad. Un museo de verdad, no otro espacio provisional más que exhiba una parte de su obra, mientras la otra duerme en algún almacén esperando momentos mejores. Esa deuda es la que ha movido a un grupo de personas a impulsar la creación en la ciudad de la Asociación de Amigos de Baltasar Lobo, que recién ha echado a andar y desde la que queremos desear a Lobo un muy feliz cumpleaños.

Una asociación a la que todos los zamoranos están invitados a sumarse, porque esa es la idea: sumar para conseguir que, por fin, Lobo y su museo sean el mascarón de proa de una Zamora convertida en referente de la escultura y el arte contemporáneos. Para contactar con ellos: [email protected]

Hoy es el 107 aniversario de Baltasar Lobo