viernes. 29.03.2024
Iglesia de Santiago de los Caballeros, rincón favorito de la ciudad de José C. Vales.

La iglesia de Santiago de los Caballeros, un pequeño templo medieval del barrio de Olivares en el que según una leyenda local hicieron caballero al Cid Campeador, es el rincón favorito de la ciudad del recientemente elegido premio Nadal de literatura 2015, José C. Vales.

Vales así se lo confesó al profesor Julio Eguaras, que así lo dejó reflejado en el libro 'Una ruta literaria por Zamora', de la editorial Semuret. El ganador de la última edición del premio decano de novela española con 'Cabaret Biarritz' reconoció hace meses a Eguaras que ese era su rincón favorito de la ciudad pese a que Vales también evocó otros sitios que le recordaban a la "juventud perdida" como el instituto Claudio Moyano, las escaleras del edificio de La Marina, el bosque de Valorio, los miradores del Duero o el claustro del Colegio Universitario.  

Con motivo de la concesión anoche del premio Nadal a José C. Vales, Eguaras desveló que hace unos meses, concretamente en mayo de 2014, mientras se documentaba para el  libro 'Una ruta literaria por Zamora', contactó por correo electrónico con el escritor zamorano que ayer obtuvo el Premio Nadal de Literatura.

Eguaras declaró que había leído la primera novela de Vales, 'El pensionado de Neuwelke', y se sentía "deslumbrado por su capacidad y calidad narrativa, propia de las mejores novelas del romanticismo decimonónico que él tanto admira y del que es un gran especialista". Tras intercambiar con él varios correos con el fin de establecer su rincón favorito en Zamora, Eguaras seleccionó para su libro unas líneas "muy significativas" de Vales sobre Santiago de los Caballeroos. Con motivo del galardón obtenido, Eguaras comparte con los lectores de Zamora News el texto íntegro que le remitió Vales, que reproducimos a continuación.

"Hola, Julio. Gracias por ponerte en contacto conmigo y por invitarme a participar en tu "ruta literaria". A ciertas edades, los lugares favoritos son los que le recuerdan a uno la juventud perdida; en mi caso, el Instituto Claudio Moyano, las escaleras ochenteras y bulliciosas de La Marina con sus (en aquel entonces) abundantísimos pubs y bares, el bosque de Valorio, los miradores al Duero o el antiguo Colegio Universitario, con su precioso claustro (sobre todo en primavera). Aparte de estos espacios asociados al divino tesoro, mi lugar favorito en Zamora es un rincón medieval pleno de magia y misterio. Extramuros, desde la muralla del castillo, se ve una pequeña iglesia románica, Santiago de los Caballeros, por la que siempre he sentido una devoción a medio camino entre el gusto por lo románico y el gusto por el falso historicismo romántico. Sí: todo en aquella pequeña iglesia era mágico. Recuerdo que mi profesora de Arte nos llevaba a ver las iglesias románicas y nos las explicaba maravillosamente, y aquella pequeña iglesia, envuelta en las brumas matutinas invernales, adquiría todos los adornos "literarios" que podría precisar un joven de dieciséis años. Santiago de los Caballeros fue el templo donde -al parecer- ordenaron caballero a Rodrigo Díaz de Vivar y, según nos decía el viejo guía con sobrado misterio, "muchos americanos" habían ido allí para averigurar qué ponía en las lápidas y las estelas, pero nadie había conseguido descifrar aquellas palabras y signos misteriosos... (latín, seguramente, o un castellano antiguo; improbable que sea alguna lengua "tolkiana"). Mi imaginación se llenaba con aquellos episodios romanceriles, atestados de caballeros, damas de frecuentes desmayos y una Edad Media romántica y ficticia. Y siempre que algún amigo o familiar llegaba a Zamora, yo prometía llevarlos al lugar más extraordinario de la ciudad: un lugar donde aún se respiraba el medievo (tamizado, falseado y adornado por el historicismo romántico, de nuevo) y donde las brumas del Duero o las sombras invernales convertían aquel pequeño templo de Santiago en una verdadera ventana al pasado mágico de mi tierra. Un fuerte abrazo, Jose."

Santiago de los Caballeros, rincón favorito del premio Nadal 2015