martes. 16.04.2024

¿Verdad que todos hemos oído hablar de las buenas y las malas rachas? E incluso alguna vez, muchos de nosotros nos justificamos así, diciendo bueno en estos momentos, estoy atravesando una mala racha. Cuando creemos que todo parece ir mal o que cada cosa que hacemos, no nos sale como habríamos deseado.

Pues bien, más bien no se trata ni de buenas ni malas rachas, sino de cómo se perciben las cosas.

Una persona positiva por ejemplo, a la que ha salido algo mal pero que tiene la habilidad de no tenerlo presente durante tanto tiempo en mente, no percibe que su vida es una desdicha si le vuelve a salir otra cosa de nuevo bastante regular en comparación a lo que habría esperado. Esa persona tiene la habilidad de no focalizar permanentemente en lo malo y se "olvida" mas fácilmente de algo desagradable, y su vida entera no parece una desgracia.

Pues esa persona sin darse cuenta, atrae así, menos que otra persona, la negatividad. Y todo ello porque parece "no darse cuenta" de la negatividad en sí. Pasa página y vuelve a desear que las cosas vayan bien o mejor porque así y sólo así puede suceder: es la persona positiva por excelencia.

Y por ello la persona positiva, al afrontar los hechos y las cosas de forma positiva, siempre tiene más probabilidades de que las cosas le salgan mejor, mismamente, y sencillamente debido a su buen hacer y a su buen afrontar.

Sin quererlo, hace las cosas mejor que una persona positiva por excelencia, y sus actos tienen como una especie de "efecto dominó" positivo. Y con ello, cuidado, no estoy queriendo decir que a las personas positivas nunca se le tuerzan las cosas.
Más bien al revés, aparte de reponerse mejor a la adversidad porque no está tan presente como en las vidas de las personas más negativas, ellos atraen por así decirlo "mejor suerte" porque encaran la vida con un matiz positivo que les llena de energía y esa energía a veces parece contagiosa.

La positividad les hace incluso, más capaces y valientes. "Esto va a salir bien" dicen para sí... impulsándose a sí mismos a hacer cosas nuevas, diferentes y con mucho empeño (algunos ingredientes del éxito posterior). Y claro está, es una rueda continua que se alimenta a ella sola, con la positividad, se recoge positividad, y vuelta a empezar. Los buenos o mejores resultados impulsan cada vez a un mejor hacer, que no nos puede llevar a otra cosa que a mejorar continuamente.

La positividad es contagiosa
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