jueves. 28.03.2024
Una pequeña selección de las piezas de identificación y protección de los niños

El Archivo de la Diputación conserva amuletos, medallas y cartas para identificar a los niños que eran entregados en el Hospicio

El Archivo Histórico de la Diputación Provincial custodia pequeños retazos de otras historias: las de las madres que entregaban a sus hijos en el torno del Hospicio y que, de alguna manera, esperaban recuperarlos. Cartas, relicarios, medallas y amuletos que son un corazón latiendo entre legajos y documentos administrativos.

Cartas y medallas que se conservan en el archivo"Está bautizada. Se llama María de la Consolación. 27 de agosto de 1916". Así reza una breve carta, acompañada de un lazo rosa y una medalla de la Virgen del Tránsito. Una pequeña pieza que se custodia en el Archivo de la Diputación, procedente de la documentación del Hospicio Provincial, entidad que gestionó la institución hasta su desaparición en tiempos recientes.

Cartas (algunas partidas como un puzle que algún día debía encajar), medallas, monedas, relicarios, amuletos...pequeños objetos que son como un corazón latiendo entre los fondos del archivo. El corazón roto de aquellas madres que dejaban a sus bebés en el torno del Hospicio (ubicado entonces en lo que hoy es el Parador Nacional), con la esperanza de recuperarlos algún día mediante esa identificación. Pequeñas piezas que desde hoy se pueden contemplar en la exposición sobre los 200 años de la institución que abre hoy sus puertas al público en la sala de La Encarnación.

Dentro de la labor asistencial de la institución, además del Hospital Provincial (herencia de los hospitales de La Encarnación y Sotelo), el corregidor Romualdo Jiménez crea, en la última década del siglo XVIII, el Hospicio Provincial. Al desaparecer las Juntas Locales y Provinciales de Beneficencia, la Diputación hereda también la documentación anterior, según explica el archivero de la institución, Pedro García Álvarez.

Haedo y la Banda de Música

Retrato de Haedo, de Jesús Gallego MarquinaEn 1908 se da en Zamora una feliz coincidencia para la música y la cultura. Por un lado, Gaspar de Arabaolaza entra como maestro de capilla de la Catedral de Zamora; por otro, Inocencio Haedo, el maestro Haedo, viene a dar clase de música a los niños del Hospicio, donde hunde sus raíces la Banda de Música de Zamora, que interpreta por primera vez la marcha de Thalberg en el año de 1911.

Es una muestra más de que la labor de la Diputación no era sólo asistencial, si no instructiva, ya que además de la importancia de la música en la educación de los niños, la institución pone en marcha distintos talleres de sastrería, imprenta o carpintería, donde muchos de ellos podrían ganarse posteriormente el pan.

Sor Ignacia Idoate

Estatua de Sor Ignacia Idoate, de Antonio PedreroSeñera es la figura de Sor Ignacia Idoate, alma máter del Hospicio en el segundo tercio del siglo XX, hasta el punto de que cuenta con una estatua en la ciudad, obra de Antonio Pedrero, a instancias de un grupo de aquellos niños del Hospicio que quisieron mostrar, pasados los años, su agradecimiento por su mano firme a la hora de defender los derechos de los pequeños y recabar ayudas y mejoras para el centro. Las Hijas de la Caridad firman su primer convenio para gestionar el Hospicio en 1860, cuando la Diputación no tenía competencia propia porque era sólo una institución más integrada en la Junta de beneficencia. Desde entonces, y hasta la reciente desaparición de la institución, ahí estuvieron atendiendo y educando a los pequeños.

Valor sentimental

Cartas y amuletos esotéricos aparecen también en la documentación"Entra esta niña con crucifijo de plata y cadena. Deseo que se llame Isabel. Abril, 1903". Aquellas cartas y objetos se conservaban junto al expediente de cada niño, por si un día su legítima familia lo reclamaba, lo que no ocurrió en los casos de la documentación que ha llegado al Archivo.

La selección de pequeñas piezas de finales del XIX y principios del XX que queda hoy expuesta al público conservan el valor sentimental de aquellas madres que dejaban a sus pequeños en el torno del Hospicio (unas por circunstancias económicas, otras por motivos sociales, ya que un hijo fuera del matrimonio entonces era una mancha, por lo que a muchas jóvenes de buena posición su propia familia les obligaba a entregar a sus hijos), aunque dejaban un pequeño símbolo de identificación con la voluntad de recuperarlos algún día.

Identificación, pero también protección: escapularios de la Virgen del Carmen, estampas del Santo Ángel de la Guarda, medallas de las distintas advocaciones de la provincia (Vezdemarbán, Virgen del Tránsito, Virgen del Canto, o incluso una Virgen de la Quinta Angustia, procedente de Roma), amuletos y piezas esotéricas (procedentes de la zona de Aliste) conforman un paseo por los recodos más sentimentales del archivo y de la propia institución provincial.

Ahí, en esas pequeñas piezas, sigue latiendo el corazón de aquellas madres que entregaban a sus hijos con la esperanza de volver a darles un abrazo que nunca llegó.

Piezas donde late el corazón roto de una madre