viernes. 19.04.2024

Cristo gótico que sufrió tantos años tras una pared, escuchando a sus fieles sin poder ser escuchado, Cristo del Espíritu Santo que camina bajo el dolor de dos tambores destemplados y el olor a incienso de unos cofrades de estameña blanca que marcan el camino de la luz.

Oscuridad en el barrio del Espíritu Santo, oscuridad a la luz de los faroles que portan los hermanos de la Hermandad. Oscuridad rota por la iluminación de la Catedral, siempre en el horizonte.

Silencio roto por las tinieblas que rasgan la noche como un lamento por los dolores del Cristo crucificado. Silencio que hace más dolorosos los quejidos de unos tambores que van marcando el paso de un Cristo crucificado. Silencio al que invitan las oraciones que, desde el huerto, los hermanos van realizando antes de salir en procesión. Silencio que se quiebra dentro de la campana del viático cuando esta anuncia la muerte por todos los rincones de la ciudad del románico.

Primera noche de Semana Santa zamorana, noche de agarrarse a una cruz. Cruz fiel, Crux Fidelis que el coro de la hermandad entonará en el atrio de la Catedral mientras los hermanos comparten con Cristo su dolor.

Estameñas blancas caminando bajo la noche negra zamorana. La ciudad vuelve al Medievo cuando grupos de monjes con capillos y faroles se acercan desde el barrio del Espíritu Santo. Olor a incienso desde el arrabal hasta la Catedral y en el camino inverso. Olor a incienso que purifica el alma de quienes buscan el perdón a los pies del crucificado.

Estameñas blancas para el austero transitar de los monjes medievales