viernes. 29.03.2024

¿Hay o no hay dinero?

¿Hay o no hay dinero?

Zamora da miedo al caer la noche. De pronto, las calles oscurecen y no queda otra iluminación que la de los coches que pasan y los pocos escaparates a cuyos dueños aún les llega para encender: pocos y menguantes. Uno, entre perplejo y asustado, mira a las alturas, a las farolas, focos y luminarias. No se encienden. El Ayuntamiento ajusta al límite el horario de encendido y traspasa ese límite. Hay horas del atardecer en que la ciudad es deprimente y negra. Hay horas del amanecer en que se echa de menos un bastón, al modo de los invidentes.

- ¡Coño! ¡Podían encender! ¡No se ve ni torta!

- Tienen que ahorrar, tío. No hay dinero.

Comprendo ese argumento. Como casi todos, creo. Sé que las facturas eléctricas de administraciones como la local son de mear y no echar gota. (Las domésticas también, pero esa es otra peli de terror de la que hablaremos otro día). Y sé que desde que se acabó el maná fácil y un bastante sucio del dinero derivado del ladrillo, en los municipios andan aprendiendo a estirar lo que les queda. ¿Pero lo estiran por dónde el sentido común dice? Esa es la madre del cordero.

No hay dinero para encender las farolas y faroles el tiempo necesario. Pero no sé de un solo coche oficial que se haya eliminado. ¿Qué es más necesario? No llega para adecentar las calles, cada vez más deterioradas. Pero no hay noticia de un solo asesor, liberado o enchufado a quien se haya invitado a amablemente a volver a casa, por falta de liquidez. La cultura ha dejado de estar subvencionada, pero no hay forma de que políticos, sindicalistas y empresarios vivan de lo suyo. ¿Qué sería mejor para nosotros?

A escala superior, mejor ni plantearlo, porque el mareo es de aúpa. No hay dinero para medicinas ni para educarnos (la Universidad vuelve a ser cosa de ricos), pero sobra para regalar a bancos, a propietarios de autopistas y menesterosos similares. ¿En qué quedamos? ¿Hay o no hay dinero?

¡Vaya pájaros!

¿Hay o no hay dinero?
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