jueves. 25.04.2024

Celebramos la vida

"El cáncer no va a poder con nosotros; ni siquiera la muerte es más fuerte que el amor".

Cada 4 de febrero celebramos el Día contra el Cáncer y precisamente hoy, 4 de febrero, una amiga desde mi infancia más remota comienza su batalla contra la enfermedad, el largo camino de pruebas, la incertidumbre, el miedo, la lucha, la esperanza, las ganas, todo junto en un cóctel que solo conoce quien lo ha vivido en sus carnes, quien ha convivido bajo el mismo techo del cáncer, la palabra maldita.

Conozco el calor pegajoso de los pasillos, las esperas junto a las salas de la quimio, el olor a lejía de los baños, los madrugones para la analítica, el pellizco en el estómago previo a la consulta, la tímida alegría que sigue al descenso de los indicadores tumorales, el galope del corazón a la espera de buenas noticias.

Conozco la fuerza de los dedos entrelazados, las caricias en las cabezas mondas y lirondas, la infinita ternura que reside en las miradas sin pestañas, el enorme corazón que late bajo los pechos sin relieve, sus cicatrices; la paz de los días sin dolor. El manto protector de las familias, los hombros de los amigos, la amabilidad de los voluntarios, la cercanía de quienes comparten la enfermedad y se sienten unidos por un invisible vínculo de solidaridad solo perceptible en sus cabezas sin pelo. Nadie mejor que ellos para sostenerse de puertas adentro, en su corazón y en sus soledades.

Conozco el frío de otras manos en mis manos calientes, los picos de fiebre, las papayas con lima a medias, las noches en vigilia de infusiones y calmantes, el abrazo que duele de tanto quererse, las madrugadas reparadoras cuando sobreviene el sueño, la temperatura en su justo punto de los baños de sal, la piel suave bajo la que ya no se adivina el músculo, el amor en las palabras y en los silencios, la sonrisa en los tiempos del cólera, la batalla de cada día, las puertas abiertas a la esperanza siempre. Siempre.

Conozco el dolor de la muerte como si te arrancaran el corazón del pecho sin pedir permiso, sin anestesia, pero conozco también la alegría de los que continúan el camino de la mano de la ciencia y el milagro y se asoman al futuro y viven rabiosamente y son embajadores de que merece la pena luchar y apostar por aferrarse a los que queremos. Se puede. Claro que se puede.

Cada 4 de febrero celebramos el Día contra el Cáncer. Celebramos la vida. Celebramos la lucha de quienes pelean en sus casas y en las camas de los hospitales. Celebramos la fortaleza de quienes les acompañan en ese camino tan empinado, tan íntimo, y les dan la mano para que no se caigan. Celebramos a los que se nos fueron y nos dejaron una inmensa lección de amor por la vida, por ser, por estar hasta el último aliento. Y continuar el camino, sonreir, seguir viviendo. Eso les debemos. Por nosotros, por ellos.

No, no va a poder con nosotros. El cáncer no es más fuerte que la vida, no es más fuerte que la esperanza, no es más fuerte que la fe, que las ganas, que los deseos, que los abrazos, que las sonrisas.

Celebramos la vida. No, no va a poder con nosotros.

Ni siquiera la muerte es más fuerte que el amor.

Celebramos la vida
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