jueves. 18.04.2024

La mujer del niqab negro

García Page junto a la mujer del niqab y el príncipe de Arabia Saudí (Foto: elconfidencial)

"No consientan en España, donde las mujeres se dejaron la piel por la voz y el voto, esa cárcel de paño negro para ninguna mujer en nombre de ningún dios".

Ocurría en Toledo, en presencia de un príncipe de Arabia Saudí de nombre imposible que entregaba unos premios de Traducción que llevan su nombre imposible en una ceremonia presidida por Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha, cuando los galardonados subían al escenario y la única mujer premiada (cuyo nombre no trascendió, no importaba, era mujer) salía con un burka -un niqab- que la ocultaba por completo.

Solo sus ojos oscuros se adivinaban tras unas gafas sobre el niqab negro, esa prisión de pies a cabeza que elimina a las mujeres, las anula y las somete a una cárcel por decreto del fanatismo de los hombres.

Tuvo la osadía el príncipe de nombre impronunciable de hablar del respeto y de la tolerancia entre culturas. Y tuvo la osadía el presidente de Castilla-La Mancha -me da igual que sea socialista, popular o medio pensionista- de participar de esa escena surrealista, de aplaudir a una mujer encarcelada, a una mujer sin nombre, ni rostro, ni derechos, en un país como el nuestro que presume de libertades.

Tendrá quizá el pelo oscuro. Será joven. Y tendrá piernas y brazos y sonrisa, porque las mujeres antes del fanatismo eran eso: mujeres. Solo eso, todo eso. Tendrá la piel suave y los labios soñando besos, aunque bajo el paño negro nada exista, aunque ni el derecho a ser se le reconozca.

Y no es cuestión de respeto  ni de tolerancia. Me rechina que en España un político, un representante del pueblo, pose y aplauda junto a una mujer en una cárcel de paño negro, una mordaza de paño negro, una prisión intolerable sobre la que las feminazis de turno no han dicho ni mu ni han mostrado su pública repudia.

No. El respeto no pasa por tragar por todo. La tolerancia nada tiene que ver con una celda de gasa con una mínima rendija en los ojos. Libertad de credo, ideológica y de costumbres siempre que no atenten contra los derechos de los demás. Cuando esa mujer tenga su melena al viento, cuando esa mujer tenga rostro, nombre, mirada; cuando esa mujer lleve los brazos al aire y sienta la caricia de la lluvia y del sol; cuando esa mujer pueda recibir el premio de manos de un hombre y tocarlo, aplauda usted.

Mientras, no participen de ese esperpento por mucho dinero que ponga el príncipe de nombre imposible, el jeque saudí que habla de una tolerancia que no conoce. No consientan en España, donde las mujeres se dejaron la piel por la voz, el voto y la libertad, esa humillación, esa anulación, esa cárcel de paño negro para ninguna mujer en nombre de ningún dios.

La mujer del niqab negro
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