viernes. 29.03.2024

Follar o morir

La carta de la Peña no oficial "HardFuck" ha traspasado las fronteras provinciales y se ha convertido en noticia nacional. La carta. La puta carta. Esa carta que ha sido llevada ante la Fiscalía de Menores por posible apología de la violación en la que una peña de menores de edad instaban a "no aceptar un no por respuesta". "Mis putos hermanos no dejarán de insistir hasta que su putita folle o muera", remachaban. Follar o morir. Vaya tela.

Cuando salen a la luz casos así, una no deja de preguntarse qué mundo les estamos dejando a los que vienen detrás; qué estamos haciendo mal; cómo es posible que una panda de menores pueda escribir y hacer públicas esa serie de salvajadas. Esas vejaciones a las mujeres que vienen de niñatos que tendrán madre, hermanas, abuelas, tías, primas, amigas, compañeras; que viven en una sociedad que aspira a ser igualitaria, digna, justa. Una sociedad en la que no cabe su "follar o morir".

No es un juego de niños, no es una broma inocente sobre un personaje de Leonardo di Caprio. No es un documento fácil de digerir ni que pueda pasarse por alto o al que no haya que darle importancia. No podemos normalizar esto. Da pavor la cultura del odio, el desprecio al género femenino, hablar de profanar el cuerpo del otro, de la otra, lanzarlo a las redes como si fuese tan cotidiano como ir al supermercado. 

No es una carta de machirulitos echando un pulso a ver quién la tiene más grande. Si por eso fuera, más grande que toda esta peña junta la tienen las mujeres que se han echado el mundo a la espalda para ejercer con sus hijos de madres, enfermeras, economistas, educadoras, psicólogas. La tienen más grande las mujeres del campo, que hasta hace nada se ataban los hijos a la cintura y se iban a segar, hoz en mano; mi abuela materna, que parió nueve hijos en casa sin ayuda, los bañaba, los fajaba, se lavaba y curaba y después descansaba. La tienen más grande todas aquellas que empeñan su vida en la defensa de la igualdad y de la justicia ganándose a pulso sus responsabilidades; aquellas que abrieron caminos desconocidos a las demás mujeres; aquellas que pidieron la voz y el voto, la palabra, y la consiguieron partiéndose la cara contra los siglos.

La tienen más grande todas y todos los que se rebelan contra la violencia, los que inculcan a sus hijos valores como el amor, la ternura, el respeto por los demás y por uno mismo. La tienen más grande aquellas que deciden ser libres en un mundo de signo macho, juntas o separadas, solas o en familia, con hijos o sin equipaje. La tienen más grande todos los jóvenes, hombres y mujeres, del resto de las peñas zamoranas, de todas las peñas, que deciden vivir la fiesta juntos, fomentar la tolerancia, cuidarse, quererse, amarse cuando sí es sí, retirarse cuando no es no. Porque no siempre es no, una y diez mil veces. Con uno o con diez mil. Porque no hay que follar ni que morir por decreto de una panda de descerebrados.

No sé si con la edad me he quedado desfasada o me he apeado de la realidad, si acaso este mundo que se ha vuelto loco del todo inocula veneno en los jóvenes cachorros que pueden escribir, hacer o reir cartas como la que nos ocupa, que ha puesto a Zamora en los medios nacionales, que sigue la estela de los lamentables hechos que se han hecho públicos tras el caso de La Manada.

Pero sí sé que aquellos que escriben, o cumplen o ríen estas vejaciones, estas barbaridades, se pierden la maravilla de conocer, sentir, adentrarse en el maravilloso mundo, en las entrañas y el corazón de las mujeres. Que somos mucho más que un coño, más que dos tetas; que somos mucho más que un polvo a la fuerza; que entramos, que salimos, que decidimos cuándo sí, cuándo no, con quién sí, con quién no, dueñas de nuestras vidas, de nuestros cuerpos y de nuestras almas.

Mujeres, madres, hermanas, compañeras, amigas, escuela primera de la dignidad de todos los hombres y las mujeres que, frente al follar o morir, apostamos por respetarnos y vivir libres y en paz.

 

 

 

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