miércoles. 24.04.2024

Velando almas y plegarias

"Zamora vela esta madrugada las almas de los que regresan desde el otro lado de la vida para darnos la mano y hacer procesiones a nuestro lado, para susurrarnos en el viento, para ser cántico".

Es la noche. La noche de velar almas y plegarias. La noche que abre la puerta para adentrarnos en el misterio de una nueva Semana Santa en Zamora. Un error de transcripción de mi amigo Javier, con quien compartí aventura y tanta vida en aquel barquito cofrade pionero en las redes que fue La Pasión de Zamora, bautizó sin querer esta noche y este artículo para siempre. Lo hicimos al alimón. Por eso es nuestra noche. Vuestra noche.

Velando almas y plegarias. Javier -bendita tu luz- acertó con su error de transcripción. Una "ele" que lo cambia todo. De las armas a las almas. De la defensa a la entrega, de lo material a lo espiritual, de lo perecedero a lo eterno.

No, no son armas lo que vela Zamora esta noche en que la ciudad dormirá tranquila como si no pasara nada, aunque desde mañana todo sea distinto, y nuevo, y eterno, y mágico. Zamora esta madrugada vela almas y plegarias. Las almas de los que regresan, de los que nos contemplan al otro lado de la vida, que vuelven a la ciudad para darnos la mano y hacer procesiones a nuestro lado, para susurrarnos en el viento, para acariciarnos el pelo, para abrigarnos en las noches frías, para ser cántico en el crepitar de las llamas que iluminan el paso de los Cristos y de las Vírgenes. Yo los escucho, los siento. Ya vienen.

Zamora vela las almas de los muertos y de los vivos, el eco de miles de pasos por sus calles silenciosas en las que ya se aposenta la noche, el sueño, la calma silente, el plomo en los latidos que desaparecerá con el amanecer cuando las viejas piedras se enciendan con el primer sol.

Mañana, ya hoy, la ciudad amanecerá distinta, con la vista puesta en el otro lado del río, con el corazón latiendo en San Frontis, el barrio de casas bajas y rumor del Duero. Y Zamora cruzará mañana en la tarde el puente para acompañar al Nazareno, para seguir su paso y abrir un tiempo nuevo de Pasión; un tiempo para la pasión, para el milagro de un pueblo que resucita y se siente vivo después de un letargo secular del que se niega a salir.

Los vivos sacamos del cofre de la memoria nuestras ropas de niños, las miradas a salvo de las mezquindades de los adultos. Los muertos nos guían en su regreso a la tierra desde la tierra; una tierra en la que dejaron escritos sus pasos como legado vivo de sus afanes, de la cultura, la tradición, la fe de sus mayores.

Y así pasarán los años, los siglos. Pasarán por encima de nosotros, pasarán por encima del hombre, por encima del tiempo, por encima de las guerrillas internas, de los pulsos, de los egos, de los personalismos. Pasarán por encima de nuestros nombres y seremos solo viento, almas que regresan en una noche como esta para reencontrarse en San Frontis y seguir la senda del Nazareno.

Y aquí espero la madrugada; aquí os esperamos en el eterno retorno a la ciudad de la Pasión. Aquí, ahora, en esta noche que abre las puertas a los días que se juntan con la madrugada, a las noches que no terminan, a los amaneceres junto a un Calvario enclavado en el siglo XXI, a las puestas de sol sobre la cúpula de la Catedral, al silencio denso y rojo como un corazón latiendo sobre los brazos de un Crucificado, a la llamada eterna de un Merlú de bronce que vuelve a la carne y al hueso. Aquí os espero, velando almas y plegarias. Es la noche.

Son las doce. Son las cero horas del Jueves de Pasión, el minuto cero del milagro. Es la hora; el Nazareno en San Frontis toma la Cruz.

Ya estamos. Ya es.

Velando almas y plegarias
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