jueves. 25.04.2024

Los mártires de Zamora, los mártires del Oeste

Hicieron falta unos Mártires de Chicago, unos hombres condenados a la horca en una huelga de mayo, para que el mundo obrero se pusiera en pie de guerra para conseguir una jornada laboral de ocho horas y cada Primero de Mayo el mundo se echa a la calle y clama por la dignidad de los trabajadores.

Doscientos años después, la historia ha gestado sus propios mártires en Zamora, una provincia con 2.600 parados más, con la tasa de actividad más baja de Castilla y León y con una pérdida de 3.000 habitantes en el último año. Doscientos años después, Zamora tiene sus propios mártires condenados a una horca sin soga que es la del exilio, condenados a un nudo en la garganta permanente. Son, somos, los Mártires del Oeste, sentenciados desde el primer minuto de vida por nacer en provincias rurales cuyo desarrollo quedó históricamente en un segundo plano para favorecer otras tierras, otras regiones que se han convertido en un saco sin fondo de exigencias y prebendas.

Doscientos años después de que el mundo obrero se echase a la calle, vivimos en un país donde se anuncia una recuperación laboral gestada en contratos basura y abusivos, cuando cuatro horas se tornan en ocho, cuando media jornada se convierte en una entera y una jornada es una y media; un país donde los trabajadores de edad media están en la calle porque las empresas prefieren becarios de low cost que cuando superan los treinta años son reemplazados por nuevos becarios, locos de contentos por ganar una miseria en su primer trabajo.

Un país que forma a sus jóvenes en las universidades para que luego muestren su potencial en Alemania, en Inglaterra o en países latinos y árabes emergentes porque aquí no encuentran, no hay una salida a su formación y a su categoría profesional, con la fractura de miles de familias y el desgaste humano que supone para los padres que apostaron todo a su formación para después verlos partir a miles de kilómetros, para renunciar a ver crecer a sus nietos.

Doscientos años después, en nuestro país se insulta a nuestros mayores con unas pensiones que no alcanzan para vivir dignamente después de haber sostenido a nuestras gentes en los años más duros; un país donde los sindicatos no dudan en aceptar treinta monedas de plata a cambio de romper la cohesión territorial y social en vez de andar partiéndose la cara en mejorar las condiciones laborales de miles, millones de españoles puteados con las trapisondas legales y los abusos que se suceden con tal de salvar su culo y poder llevar el pan a casa. Un país en el que lo "popular" se ha prostituído para ser el cortijo de unos cuantos y lo "obrero" se ha convertido en un nido de tecnócratas formados de despacho en despacho que nunca han pisado el barro.

Un país en el que la crisis ha arrasado a la clase media, empobreciendo a los más pobres, enriqueciendo a quienes ya eran ricos, un país en el que todo se ha recortado menos los sueldos de los políticos en administraciones duplicadas que pagamos todos para que después hablen de lo público como si fuese de su propiedad sin ningún sonrojo.

Doscientos años después, vivimos en un país donde las mujeres aún tienen que recordar que sus condiciones laborales son iguales que las de los hombres, un país donde la palabra "embarazo" supone una amenaza velada en una entrevista de trabajo, donde aún puntúa más la talla de sujetador que un expediente de diez; un país donde los trabajos a dedo se disfrazan de entrevistas para que no nos asista siquiera el derecho a protestar, para que todo siga acumulando mierda debajo de la alfombra y cortar las cabezas de quienes intentan sacudirla.

Doscientos años después de los Mártires de Chicago, esta provincia de Zamora, esta Raya del Oeste, esta mi querida España de Cecilia sigue forjando mártires sin sangre en una tierra que se desangra cada día.

No, no me preguntéis si hace falta salir a la calle, elevar la voz en este Primero de Mayo en una tierra afónica de tantos silencios, de tanto gritar hacia adentro sin que nadie la escuche, de tanto parir mártires tan entregados a su causa de mártires impasibles que no son capaces de tomar la ciudad cada Uno de Mayo.

Los mártires de Zamora, los mártires del Oeste
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