sábado. 20.04.2024

O muertas o putas

"Tú ya lo has perdido todo intentando no perder nada, intentando mantener tu integridad, tu dignidad, tu cuerpo, tu alma, tu vida. A ver cómo le explicamos a las niñas, a las jóvenes, que no pueden pasear sin miedo".

Un día. He esperado un día desde que tu rostro, joven Leticia, asomase en mi móvil mientras los tuyos pedían ayuda para localizarte poniendo en jaque a vecinos y Guardia Civil para encontrarte. Y apareciste. Apareciste muerta, asesinada, con el cráneo destrozado, con tus treintaitrés esplendorosos años machacados contra una piedra.

Un hijo de puta lo decidió así. Un asesino, un enfermo, un violador, decidió por ti. Ayer, precisamente ayer, cuando salía de la cárcel, ya libre, el autor de 17 violaciones. Un violador que, dicho por especialistas, no está rehabilitado y puede volver a reincidir. Pero es la ley la que marca el máximo del tiempo que puede estar en prisión; la misma ley la que deja libres a violadores, a asesinos, a hijos de puta como el que ayer decidió acabar con tu vida.

Un día. He esperado un día eterno, doloroso, inacabable, loco. He necesitado un día a ver si se me desenredaba este nudo en la garganta y en el estómago, este asco, esta indignación, estas ganas de matar a tu asesino con mis propias manos, este impulso de chillar de pura rabia; este no dejar de pensar en tu familia, en tu chico, en tus padres, en todos los que te han querido y te han cuidado para que todo acabase reventado en las manos de un criminal al acecho de su presa hasta que te salió al encuentro. Esta tremenda impotencia que sentimos todos los hombres y mujeres que apostamos por un mundo en paz, por la libertad, por nuestro derecho a ser y a vivir.

No. Las mujeres no somos el sexo débil, pero sí el más vulnerable, el más expuesto a los instintos asesinos de estos depredadores que campan libres por el mundo. Da igual que sea en una gran ciudad en fiestas o que sea en un pueblo pequeño, un pueblo donde nunca pasa nada. Un pueblo donde todos se conocen, un pueblo como los centenares, miles de pueblos, que todos hemos recorrido andando o en bici porque nunca pasaba nada. Hasta eso nos han robado.

He esperado un día porque da miedo pensar que no existe nada que nos pueda proteger, que la ley se queda muy cortita, que simplemente por el hecho de ser mujeres estamos más expuestas, más vulnerables a tanto loco como hay suelto. Porque a cualquiera nos puede salir al encuentro nuestra peor pesadilla. Y no soy una feminazi ni quiero serlo, porque no creo en una sociedad excluyente. Pienso hoy especialmente en tu madre. Y en tu padre, en tu novio; en todos los hombres que hoy conociéndote y sin conocerte han sentido esta quemazón, este dolor, esta rabia, esta misma impotencia con la que yo ahora, en esta madrugada, un día después de que tu fotografía apareciese en la ventanita de mi móvil porque te buscaban desesperadamente.

No. La violencia contra las mujeres, las agresiones sexuales, no son un problema que nos concierna solo a las mujeres. Siempre habrá un padre, un hermano, un hijo, que sea también víctima de esta violencia cruel que hoy ha acabado con tu vida y con tus sueños. La violencia contra las mujeres, la violencia a secas, sin apellidos, es un problema de todos, en el que la propia naturaleza se ha encargado de repartir muchas más papeletas en el género femenino.

Tú, joven Leticia, solo saliste a pasear. Un paseo como cualquier paseo de cualquier día. A ti no te cuestionarán porque ya ni siquiera defenderte puedes si te han robado lo más grande, lo más bonito, nuestro tesoro, la vida. Y pienso en la mierda de mundo, en la mierda de sociedad que estamos creando, en unas leyes que hacen agua por todos los lados y no son ni siquiera garantes de que un asesino, un violador, no campe libre, disuelto entre centenares vecinos de bien, hasta el día en que decida salir a un camino, intentar abusar de una mujer y matarla.

He tardado un día porque quería escribir con la cabeza y no con el corazón, sin caer en demagogias y consignas que demonizan al hombre y que no comparto en absoluto, porque solo podremos construir una sociedad justa e igualitaria yendo de la mano. Juntos, hombres y mujeres, tan distintos, tan necesarios, tan complementarios.

Pero sigo moviéndome de la pena al horror, del horror al miedo, del miedo a la impotencia, de la impotencia a la rabia, de la rabia a la indignación. Porque te querría, te quiero viva. Nos quiero vivas. Vivas nos queremos. Porque en este país la Ley nos deja pocas opciones a las mujeres que se enfrentan a un abuso sexual, cuando animan a denunciar a las víctimas de violaciones para luego cuestionarlas e incluso humillarlas en un Tribunal. O putas o muertas, sin anestesia. Y esto tiene que cambiar y por ello clamamos miles de hombres y de mujeres.

A ti no te cuestionarán, joven Leticia, porque ya ni siquiera cuestionarte pueden. Tú ya lo has perdido todo intentando no perder nada, intentando mantener tu integridad, tu dignidad, tu cuerpo, tu alma, tu vida. Ya solo podemos llorarte; ya solo podemos pedir, exigir una revisión inmediata del Código Penal que endurezca las penas de los violadores y asesinos y no cuestione a las víctimas; ya solo podemos revolvernos contra un sistema que no nos protege o no lo hace como debiera, que no es capaz de defendernos de criminales como el que te salió ayer al encuentro, que con esa enorme piedra machacó también la libertad, la confianza, la convivencia entre hombres y mujeres, la paz, la tranquilidad de un pueblo pequeño que aún no asimila lo ocurrido, la terrible pesadilla de perderte así.

Un día. Ha pasado un día, joven Leticia. Y no me quito de la mente tu sonrisa ni el inimaginable dolor de los tuyos. Claro está que fue puta mala suerte. Lo mismo no tenías que haber salido a pasear por un pueblecito a plena luz del día como lo hemos hecho todos. A ver ahora cómo le explicamos a las niñas, a las jóvenes, que no pueden salir a pasear sin sentir miedo, que pueden perder en cualquier esquina la vida por haber nacido mujeres, presas vulnerables en esta inmensa pecera llena de tiburones que es el mundo.

 

(Y termino. Son la 1.20 horas de la madrugada. Un día. Hace 24 horas tu cuerpo aparecía ya sin vida, tu sonrisa se apagaba en nuestros móviles y para el mundo. Yo comenzaba entonces a pensar cómo podría escribir esta columna un día después).

Descansa, vuela, joven Leticia.

 

O muertas o putas
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