viernes. 19.04.2024

Benito, el hombre que te acercaba a Dios

Despedida de Benito Peláez como párroco de San Ildefonso

Benito era un hombre que te acercaba a Dios sólo con mirarlo. Quizá por eso era tan grande, tan alto, tan inmenso en su inmensa humanidad; porque estaba más cerca del cielo y podía tocarlo casi con las manos, y traerlo un poco más cerca y aliviar el dolor de cada día, y abrir sus puertas con la sonrisa generosa de quien no esconde nada, de quien no se guarda nada.

Apóstol del día a día en el barrio obrero, su barrio de San José, donde fue un obrero más de la palabra y del Verbo, ladrillo a ladrillo, verso a verso, mano con mano; ejemplo vivo de bondad en mi parroquia de siempre, San Ildefonso, la que linda con mi casa, donde tantas y tantas veces nos encontrábamos, él ya con sus achaques y su bastón, yo con mis prisas de siempre a ninguna parte.

Humilde en la humilde iglesia del arrabal, la del Espíritu Santo, allá donde apareció emparedado un Cristo gótico al que cada Viernes de Dolores sacan sobre sus hombros los hombres de mi tierra, cuando unos niños lo descubrieron para mostrárselo a la ciudad que ahora le reza y le canta en una noche para la penitencia. Humilde en los despachos más grandes del Obispado, en la secretaría de los Obispos de la región cuando su voz tuvo peso y poso en la Iglesia de Castilla y León. Humilde en el gesto, humilde siempre.

Benito era un hombre que te acercaba a Dios con sólo mirarlo, con un enorme puente de carne y hueso entre la tierra y el cielo, entre nuestras dudas y la fortaleza de su fe.

Gracias, querido Benito, por tu vida, por tu ejemplo; por hacer verdad el amor al prójimo, la alegría de la conciencia limpia, las manos vacías y el corazón a rebosar. Gracias por dejarnos ver tan de cerca la sonrisa de Dios en el mundo.

Descansa en paz. Descansa en el Señor.

Benito, el hombre que te acercaba a Dios
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