sábado. 20.04.2024

El presidente que no tenía complejo en ir a los toros

Adolfo Suárez junto al Rey en una barrera de una plaza de toros

De todas las fotos que he visto de Adolfo Suárez me quedo con la que muestra al presidente del Gobierno en barrera en una plaza de toros. En la retina me guardo su valor sin fisuras, torero, cuando un grupo de guardias civiles entró en el Congreso a punta de pistola intentado poner fin a una incipiente democracia. Entonces yo no entendía lo que era el valor de la libertad de la palabra y del pensamiento, el poder decir, ser, sentirse.

Adolfo Suárez era el presidente que no tenía complejos por ir a los toros, que no conocía lo políticamente incorrecto. Como no tuvo complejos en ser el último jefe del Movimiento Nacional y después abrir la ventana para que entrase aire fresco sobre el soplo rancio que destilaba España. Su gran logro es ser el primer presidente de la democracia; y así lo escribiremos en los libros, como la llave de un país de todos, para todos, que poco a poco nos empeñamos en fragmentar entre nacionalismos, identidades sectarias, dictadores pseudoprogres y maricomplejines a quienes no les tiembla el pulso firmando otras prohibiciones que tiran por tierra el esfuerzo de quienes abrieron las puertas a los derechos y las libertades de todos.

Lo recuerdo en blanco y negro, cuando aún no sabía que España salía de cuarenta años de silencio y mordazas; cuando no sabía ni de buenos ni de malos, ni de azules ni de rojos, ni de cadáveres en el armario. Cuando no entendia que la libertad de expresión, de ser, de pensar no tenía que pelearse si es un derecho con el que nacemos. Cuando aquel "Libertad sin ira" no era más que una canción de Jarcha que cantaba con mis hermanos, guitarra en ristre, ajenos al momento histórico que vivía España.

Ahora se ha ido desmemoriado su muerte servirá para que España recupere la memoria y honre a ese hombre que iba a los toros sin complejos y que devolvió la soberanía al pueblo, la dignidad y la palabra al ciudadano. Con un ápice de su integridad haríamos hoy un Parlamento entero.

Adolfo Suárez, aquel presidente que no tenía complejos en ir a los toros, no tuvo complejo en ser español, en venir de un régimen y abrir el camino a una nueva etapa que permite que hoy, incluso, algunos hagan ejercicio de su libertad para intentar empequeñecer su inmensa figura.

Tuvo la suerte de que la memoria no le permitiese reconocer a su España, nuestra España, desangrada por la propia clase política que ha hecho de la libertad el libertinaje y de las arcas públicas su cortijo; tuvo la suerte de no llorar el desgarro de ver partir a una hija; tuvo la suerte de no saber que miles de personas marchaban a pie por la dignidad del ciudadano, de no saber de los millones de parados, de la indignación social, de la prostitución de la libertad por quienes no fueron tan generosos de miras como él. Tuvo la suerte de no saber que en Cataluña no podría ver toros porque los nazionalistas, con zeta, han vuelto a las prohibiciones, a robarnos la libertad a miles de ciudadanos. La soledad del Alzheimer le dejó una sonrisa en blanco a quien ni siquiera recordaba que no fue un día presidente de este país, el hombre más importante de la Transición de una sola voz a la sinfonía plural de la libertad.

Conocía Zamora como la palma de la mano. Se quedó sentado en un Parlamento donde resonaban disparos contra el derecho a hablar. Y no tenía complejo en ir a los toros.

Descansa en paz, Adolfo Suárez. Ya eres Historia, con mayúscula, de este país.

El presidente que no tenía complejo en ir a los toros
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