jueves. 25.04.2024

Yo firmo por Segis

Segismundo G. Arribas junto a una de sus obras pictóricas

Hoy voy a escribir una de esas columnas que encienden los ánimos en el estamento judicial. De esas que incluso merecen alguna llamada de atención paternalista ("tú de leyes no sabes, esto es más complejo, hay que entenderlo"). De esas que tildan de demagogia barata o de las que acusan de querer calentar al personal. Y no. No es esa mi intención.

No es esa mi intención, pero sí la de encender no el ánimo, pero sí la conciencia.

No sé de leyes, no. Ni falta que me hace. Sé de sentido común. Sé de humanidad. Sé de la justicia de la razón y del corazón. Sé de lo que es la vida, el día a día. Sé de lo que sentimos los que pisamos la calle, los que palpamos la realidad de las cosas. Y cada vez tengo más afianzada la impresión de que lo cotidiano es una cosa y lo judicial otra que convive en una realidad paralela.

Y si nuestro Código Penal no se ajusta -como no se ajusta en tantas cosas a lo que realmente demanda la sociedad-, me pregunto cómo es posible que esto ocurra; por qué no se habilitan los mecanismos precisos para que la justicia vuelva a ser otra vez Justicia (con mayúscula) y no salgan a la luz casos que nos revuelven las tripas y nos provocan la bilis.

Segismundo G. Arribas es un zamorano, un padre de familia recién desahuciado de su casa (otro desahuciado más en esta pandemia que no cesa de abusos bancarios), que hace cinco años sustrajo materiales por valor de 470 euros en una obra.

No voy  justificar tampoco el delito, ni a entrar en si hubo o no resistencia a las fuerzas del orden. Si Segis robó, bien está una condena por ese delito, aunque reconozco que me gustaría ver más otro tipo de condenas ejemplares a los ladrones de guante blanco que aprovechan sus cargos públicos para esquilmar el país y ni pierden privilegios ni devuelven un céntimo. Sólo sé que el "botín" que le cuesta tres años de prisión al zamorano fueron 470 euros, una cantidad irrisoria con la que está cayendo y que creo que se puede restituir de mil maneras, incluso multiplicada.

Vivimos en la era de la información. Una información copada por las sinvergonzonerías y mamonadas de los ladrones que llamamos honorables y que se sientan en las intituciones, de infantas presuntas, de mangoneo sin fin. Ladrones de miles de millones de euros, de izquierdas y derechas, que han llevado al país a una situación angustiosa y han jugado con lo público a su antojo hasta ponernos la soga al cuello a casi todos. Se han reído impunemente de todos.

Una información que nos habla de salidas de prisión de asesinos etarras por motivos humanitarios, por enfermedades terminales que no terminan, mientras las víctimas bien enterradas están y sus familias tienen que aguantar que las bestias que acabaron con sus vidas disfruten de permisos y beneficios penales. Beneficios penales, triquiñuelas legales que a quienes no delinquimos, ni robamos, ni asesinamos, no nos hacen falta.

Y asistimos impávidos al posible ingreso en prisión de un extoxicómano rehabilitado que hoy, cinco años después de su delito -ese terrible delito que no llega a los 470 euros-, sólo quiere vivir en paz con su familia, rehabilitado y ayudando a rehabilitar a otros drogodependientes a través de la pintura. Me encantaría apelar a esa humanidad de los tribunales y del Ministerio, a esa sensibilidad, al sentido común que dicta que lo peor que se le puede hacer a quien ha luchado contra sus adicciones es romperle la vida y meterlo en una jaula.

No conozco a Segis personalmente, nada le debo y nada me debe. Pero su caso me dispara todas las alarmas, me hace creer aún menos en el sistema que nos gobierna y nos legisla. Si esto es justicia, si esto es la ley, yo me apeo, porque no necesito ningún Código que me convenza de que no asistimos a un tremendo agravio comparativo y, sobre todo, de que no vivimos en una sociedad que aunque presume de protegernos a todos siempre se rompe por el lado más débil de la cuerda.

Segis tuvo la mala suerte de ser un tío normal, sin inmunidad política, sin tratamiento de ilustre, sin trajes de marca ni chaqué. Ser un tío normal hoy debería estar penalizado.

Lo hice hace ya algunos días y lo volvería a hacer cada día, porque creo que todos tenemos derecho a tropezar y creo que si un derecho nos asiste es el de rehabilitarnos, enmendar los errores y conducir nuestra vida en paz, como hace este zamorano cada día.

Yo firmo por la libertad de Segis.

Yo firmo por Segis
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