viernes. 19.04.2024
Pequeños "cofrades" de 'Las Capas' en la procesión organizada por la guardería Nuestra Señora de la Concha

La guardería Nuestra Señora de La Concha reproduce la procesión de la Hermandad de Penitencia.

Los niños de la guardería Nuestra Señora de La Concha han sido un año más protagonistas de su propia procesión, "la del cole", que este año recreaba la Hermandad de Penitencia en un desfile realizado por los alrededores del edificio en el barrio de La Horta, que ha congregado a buena parte de los padres y curiosos que han aguardado en la acera el paso del cortejo, auténtica escuela de cofrades para los niños zamoranos.

Donde algunos sólo son capaces de ver bolsas de plástico con una caperuza, los demás veíamos las capas de paño pardo de Aliste, las capas de honras de las ceremonias y solemnidades, hábito penitencial en la noche del Miércoles Santo. Y trabajo, mucho trabajo detrás. Y la ilusión de los niños, que mueve el mundo, algunos tan pequeños que iban en los brazos de sus padres o en las sillas con el chupete. Ternura en estado puro.

El respeto, la pasión viva por lo nuestro inculcada a los zamoranos desde la misma cuna. Y la emoción de los niños y niñas de hasta tres años que apenas levantan un palmo del suelo y, acompañados de sus profesoras, padres o abuelos, portaban los faroles de pajar como si estuviesen alumbrando al mismo Cristo del Amparo en la noche del Miércoles Santo, con sus faroles humildes y la calavera y los cardos a los pies.

Algunos miraban a la cámara sorprendidos, otros encantados. Unos iban con un rigor casi militar y otros a su bola, dando sus primeros pasos por la vida y por la Semana Santa. Porque esto también es Semana Santa.

El sonido del bombardino en el aire, interpretado por José Luis Cabello, acompañado de un bombardino en miniatura, solemnizaba la mañana soleada que remitía a una noche mágica en el barrio de Olivares; el estruendo de la matraca, los pequeñajos que se aferraban al paso con el mismo empeño de quienes en estos días cargan sobre sus hombros las devociones del pueblo zamorano. "¡Al banzo!", dijo una de ellas, con la misma determinación de los hermanos de carga que en estos días comparten mucho más que una mesa y una procesión. En verdad llevaban sobre sus pequeños hombros al Hijo de Dios.

Después de voltear el edificio, la salmodia del Miserere Alistano recibía en las puertas del centro al pequeño Crucificado y a los diminutos penitentes, con la "procesión" cumplida y los cimientos de la vida cofrade germinando en sus corazones.

Es una procesión más. Aunque sea en la escuela, aunque sea en un colegio, aunque no se rija por más derechos ni estatutos que los del sentimiento del pueblo zamorano, la calle, que es quien ha sustentado durante los siglos la tradición y la fe, y por la inmensa ilusión de los niños que debutan como cofrades en la procesión en la que quizá salgan a cumplir penitencia en el día de mañana. Y quien no lo sepa ver ni sentir así, poco conoce del alma de los zamoranos que de niños jugábamos a escenificar pasos y procesiones y de la propia esencia de la Semana Santa, que se escribe en renglones muy fáciles, el sentimiento y el respeto. Y eso, sentimiento y respeto, se respiraba hoy a raudales junto al Duero, el mismo Duero que baña el barrio de Olivares.

Son el futuro, militan en una escuela de cofrades profana pero tan sagrada que por eso Dios entrará el domingo en la ciudad para estar cerca de ellos. Y ellos, tan pequeños pero tan formales, tan auténticos, tan de verdad, nos dan lecciones a los mayores de lo que es santificar una semana aunque sólo sea por ver sus rostros iluminados.

Nos vemos el año que viene en las puertas de la guardería, pequeños, que son las puertas de vuestra escuela de cofrades.

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Escuela de cofrades