miércoles. 24.04.2024

El invierno es una estación un tanto caprichosa, voluble y antojadiza. Es de gustos particulares y disfruta de unas estancias a la par que desdeña otras tantas. Esta época –a la que todavía nuestros mayores respetan al recordar aquellos años de frío hierático al abrigo de la chimenea, con varias capas bajo la pelliza o el gabón calentando un trozo algo rácano de tocino– se encuentra especialmente cómoda en los márgenes del río Duero. Zamora, que descansa en una de las orillas de este adusto río, es uno de los hospedajes preferidos de nuestra estación por excelencia; en su paso por la Bien Cercada gusta de precipitar los termómetros y bañar su frugal visita con una delicada, pero densa, capa de niebla.

GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CENCELLADA / FOTOS PACO COLMENERO

A veces, cuando ambos fenómenos meterológicos se dan la mano –el frío glaciar y la niebla invasiva– el invierno nos regala lo que los especialistas definen como niebla engelante o, como se ha dicho en casa de Viriato siempre, cencellada. Hoy, domingo 12 de enero, esta variante atmosférica nos ha regalado estampas dignas de ser inmortalizadas a lo largo de toda la ciudad.

De esta manera, el ornamento de la niebla engelante ha bañado con su manto blanco algunos de los enclaves destacados de la ciudad. La Catedral de Zamora se alzaba como un palacio de cristal gracias a su recién adquirida túnica de color marfil; el paseo junto al río combinaba el verde pálido de la vegetación que crece a las orillas del rio junto a los destellos perla que la cencellada hacía brotar en el envés de las plantas.

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Al otro lado del río, que se despertaba esta mañana aquietado y dócil –tanto que por momentos parecía una pasarela que poder franquear–, la playa de los Pelambres ofrecía una vista indescriptiblemente bella. Al ubicarse en dicho lugar, se podía alzar la vista y realizar un barrido con los ojos desde el puente de los poetas hasta su homólogo de hierro todo dominado por las limaduras de hielo que se intuían en el aire.

Esta nuestra ciudad nunca fue un lugar fácil en el que prosperar, antaño por las condiciones climatológicas de las que hoy nos congratulamos y hoy por el abandono económico que asola nuestra tierra, mas no se podrá negar que siempre ha sido un bello refugio en el que poder echar raíces y, de vez en cuando, una de las villas con mayor encanto, tranquilidad y reposo que se puede encontrar en este efímero e impetuoso mundo.

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La cencellada descarga su elegante encanto sobre la Bien Cercada