viernes. 19.04.2024
El Descendido, de Benlliure, al que no le falta ningún detalle, visto por Tony Gómez

Tony Gómez, de siete años, recrea la Pasión de Zamora con plastilina en pequeñas obras de arte

Paciencia, ilusión, habilidad, una gran capacidad de observación y plastilina. Con esa fórmula Tony Gómez, de siete años, realiza desde hace tres años diversos pasos, cofrades y figuras de la Pasión zamorana. Lo que empezó como un hobbie en compañía de su tía Irma se ha convertido en una afición que ha llenado un armario con los distintos grupos escultóricos de la Pasión zamorana, convirtiendo la casa en un museo de pequeñas obras de arte en plastilina. Es la Pasión según los ojos de un niño con alma de imaginero.

Tony Gómez, de siete años, recrea la Pasión en plastilinaAunque sólo tiene siete años, Tony Gómez, alumno de segundo de Primaria en "Los Bolos" ya desfila en La Borriquita y en La Buena Muerte y está en la lista de espera de la Buena Muerte y de Jesús Nazareno, donde salió con apenas cinco meses vistiendo la túnica de laval negro, la más popular y querida de los zamoranos y donde sigue saliendo cada Viernes Santo junto a su padre, Tony "Keko", que todo lo que tiene de grande lo tiene de bueno, y es mucho.

Apenas tenía tres años y ya jugaba por casa con las figuritas de los cofrades de su padre y de sus tías que se vendían hace años en Zamora como souvenir, guardadas en un cajón. Antonio Gómez, al que todo el mundo llama Tony, comenzaba a familiarizarse con el mundo de la Semana Santa, al que tan estrechamente está vinculada su familia, los "Pintas", saga del inolvidable Ricardo Gómez Sandoval.

El Merlú salido de las manos de TonyPero el detonante de su afición hay que buscarlo en un regalo que le hicieron a su tía Irma, directiva de la antigua Sección de Damas de la Virgen de la Soledad y maestra de profesión. "Hace cuatro años -explica la propia Irma Gómez- al trasladarme de un colegio a otro, las maestras, que sabían de mi devoción por la Virgen de la Soledad, me hicieron una Virgen y unos cofrades". Tony, que entonces tenía tres años, los ponía en el suelo y jugaba con ellos mientras su familia le explicaba las distintas procesiones.

El niño ya había hecho trabajos con plastilina en el colegio y hace tres años se les ocurrió empezar a hacer motivos zamoranos en los ratos libres que pasa con su tía, que es la que le ayuda a resolver algunas dificultades. Entonces empezaron a surgir los primeros cofrades y también los gigantes de Zamora, tomando como modelo unos de barro que había en la casa familiar. También realizó el Merlú.Después, surgió el primer gran reto: hacer un paso.

La Flagelación o "Calvito de los Bodajos"Así, Tony e Irma empezaron a recoger distintos envases y cajas y a forrarlos para hacer las mesas de los distintos pasos procesionales. El primero elegido por Tony no fue la Soledad, pero sí "Camino del Calvario", el popular "Cinco de Copas". Para darle mayor consistencia a las figuras, cada una lleva sus armazones con palillos y la plastilina es fijada con cola para que puedan durar. "Para las cosas más difíciles le ayudo -explica su tía-pero es él el que hace todo, así nos divertimos y él va conociendo la historia de cada cofradía y de cada paso".

Cuando Tony decide qué paso hacer, acuden a publicaciones como los viejos "Merlús" o la revista "Barandales", así como a internet, para buscar distintas fotos que les ofrezca el paso en todas sus perspectivas y comienza el reto. Así fueron saliendo de sus manos pequeñas obras de arte en plastilina como La Caída, Redención, El Descendido (al que no le falta el detalle del pelo entrelazado de Cristo en las manos de la Virgen), Longinos, La Desnudez, el Yacente, el Prendimiento, Los Azotes o el Cristo de las Injurias, entre otros. Pasos que piensa ir completando y para los que han habilitado un armario convertido en una especie de museo de Semana Santa en miniatura.

Así el niño, que desde pequeño dibujaba mucho y hace también sus obras en témpera y acuarela, alimenta una afición y conoce los detalles de la Semana Santa que ha mamado desde que nación. Quién sabe, en el 125 aniversario del fallecimiento de Ramón Álvarez, si estamos ante un nuevo prodigio de la imaginería.

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