viernes. 19.04.2024

Alfonso Díez Llamas pasea por sus recuerdos y llama a Zamora a ser una ciudad viva y a despertar como lo hace cada año cuando llega la Cuaresma.

Abogado, cofrade y hermano de paso de Luz y Vida y Nuestra Madre, el joven Alfonso Díez LLamas ha pregonado la Semana Santa de Valladolid, uniendo su nombre al de la saga familiar de pregoneros iniciada por su padre, el recordado periodista Vicente Díez, y continuada por su hermano Vicente, Tito, quienes le han precedido en su labor de anunciar a los cuatro vientos que Zamora se dispone a vivir su Pasión.

"Era Viernes Santo. Ante la figura imponente de aquel crucificado en el corazón de Tierra de Campos, imploré volver a Zamora en Semana Santa. Era una necesidad vital". Así comenzaba su intervención Alfonso Díez, quien recordó su primera infancia en la ciudad, el éxodo, la ausencia y también las vivencias maravillosas de un niño que sale por primera vez en La Borriquita con su túnica de hebreo junto al paso.

No podía faltar en el pregón un recuerdo para su padre, aquel Duende de Zamora que le inculcó en vena el amor por las tradiciones y una especial devoción por la imagen de Nuestra Madre, o para el barroquismo de los versos de su hermano Vicente, apasionado poeta de la Pasión.

Lo mamó desde la cuna y así lo ha dejado ver. Con verbo preciso, Alfonso Díez ha mostrado un perfecto conocimiento de la Semana Santa y sus entresijos, esos que no se ven ni se cuentan: el traslado de la mesa de Nuestra Madre de la Panera a San Vicente; las sopas de ajo de Centeno o el emocionante y también desgarrador detalle de salir en la Cofradía de Jesús Nazareno con la túnica de un joven cofrade fallecido que sus padres le prestaron con todo amor.

Tampoco ha faltado el espíritu crítico heredado de aquel maestro de periodistas que tan pronto nos dejó ycuyo espíritu, como ha recordado su hijo, pervive en los rincones de la ciudad, en la Plaza de Viriato, en los amigos que le conocieron y quisieron. "Con mi verbo pobre de novel pregonero -señalaba Alfonso Díez Llamas- intentaré relatar las maravillas de un pueblo cainita y con alma derrotista que se transforma, como si de un milagro se tratase, para convertir la pasión, muerte y resurrección de Cristo en el misterio de amor más sobrecogedor e intimista que podamos encontrar en nuestra geografía nacional, porque en realidad lo es".

Y así, entre sus recuerdos y vivencias, el pregonero ha hecho una breve semblanza de los preparativos, de los personajes que conforman el paisaje de sus querencias y de cada una de las hermandades, con un hermoso recuerdo para quienes fundaron Luz y Vida, que ahora nos contemplan al otro lado de la vida. Este recorrido del alma llega a su momento más intenso en lo personal en la noche del Viernes Santo, en la que tiene el honor de poder llevar a Nuestra Madre sobre sus hombros.

"La llamada de la tierra en forma de carta convocándome a cargar con Nuestra Madre fue una señal indubitada de que tocaba el Merlú y por lo tanto, el regreso a Zamora. Se colmaban por fin las ansias que desde niño me invadieron en aquellos traslados de la Panera a San Vicente. Aún me resulta difícil explicar el alivio y la reconciliación que sentí. Sin duda, no había podido llegar en mejor momento. Zamora me esperaba de nuevo y todo seguía igual a mi regreso". 

La emoción, los nervios, la unión, la ilusión de los cargadores han sido bellamente glosados por el pregonero, quien ha reclamado para Zamora el espíritu vivo de cada Cuaresma, cuando despierta de su letargo.

 

Pregonero de la Pasión desde el amor y la herencia de la sangre