sábado. 20.04.2024
El presidente de la Real Cofradía se funde en un abrazo con un hermano. (Foto: Rafa Lorenzo)

Lo buscaron, cruzaron los dedos, entraron mil veces en internet, contactaron con la Aemet, pero no hubo ese golpe de suerte.

La junta directiva de la Real Cofradía miraba al cielo a la espera de un golpe de suerte, de que no se cumpliesen las previsiones que anunciaban agua para la tarde del Viernes Santo. Quienes no viven los entresijos de la Semana Santa no pueden imaginar lo doloroso que tiene que ser para cualquier presidente, para cualquier directiva, decidir la suspensión de una procesión que culmina todo un año de trabajo y que da al traste con la emoción, las ganas, los deseos de centenares de hermanos de paso y miles de cofrades, así como con la ilusión de quienes aguardan en la fila y visitan la ciudad para conocer su manera única de vivir la Pasión de Cristo.

La procesión es solo la parte visible, pública y más vistosa de un trabajo que se desarrolla a lo largo de todo el año; un trabajo en la sombra, reunión tras reunión, pasito a paso, en la que nada queda a la improvisación, en el que hasta el último detalle está medido, pensado, estudiado, para que cuando una cofradía salga a la calle lo haga con todo su esplendor, seriedad y solemnidad.

La procesión es también muchas veces la única recompensa, la satisfacción de poder lucir ese trabajo ante miles de personas, mostrar al mundo nuestras imágenes de devoción y grupos escultóricos, el legado secular, la grandeza que han amasado los siglos en una ciudad pequeña como Zamora. Es una escuela de vida y de fe que se transmite de padres a hijos, de generación en generación y se escribe en las calles con tinta que se alimenta cada día en la trastienda, en un tiempo generosamente regalado que se le roba a la familia y a otras dedicaciones.

Quienes solo regresan a Zamora, sacan la túnica y colocan la vela en sus hachones no pueden hacerse una idea de lo mucho que cuesta mover, poner en marcha una procesión con miles de cofrades, con más de una decena de pasos a hombros: coordinar bandas, horarios, medidas de seguridad, escoltas, y en el caso de la Real Cofradía del Santo Entierro, un protocolo, un cortejo oficial de personalidades civiles, militares y eclesiásticas. Organizar cultos y actos culturales, atender una sede y mil consultas, diseñar hasta el último centímetro de camino, contratar bandas y seguros, flores y, sobre todo, atender un ingente patrimonio humano y material, mantener un legado que hemos recibido y entregarlo en las mejores condiciones.

Quienes solo ven caminar los pasos por las calles no imaginan la emoción, el orgullo, el pellizco en el estómago que sienten los cargadores, los nervios, la espera. No saben que los hermanos de La Lanzada querían hacer andar el paso hoy como nunca por su 150 cumpleaños con Antonio guiándoles por las calles; no conocen el intenso trabajo, la ilusión de los hermanos de La Conducción con motivo de esos 25 años debajo de "un sentimiento", que es más que un paso, como saben, como sienten Gustavo y su plantilla; no saben que hoy hacía su primera procesión como cargadora ya de plantilla bajo la Virgen de los Clavos la primera hermana de paso de la cofradía, que ya ha abrazado la madera como suplente; ni se imaginan la ilusión con las nuevas faldillas adamascadas que ya no se estrenarán hoy o cómo los nervios arañaban las tripas y el corazón de los cargadores que iban a levantar "El Retorno del Sepulcro" por vez primera a las órdenes Dacio.

Ni saben que detrás de cada redoble hay muchas horas de ensayo, que detrás de cada paso hay mucho camino recorrido, que detrás de cada pie descalzo hay una promesa, un deseo que queda bajo el caperuz, ni que muchos niños regresan a casa con el sueño roto de estrenar su primera túnica, o el tiempo que se tarda en colocar las almohadillas bajo el paso, en ajustar las luces, en quitar y poner las faldillas, en poner guapa a la Virgen de los Clavos o a la Magdalena; ni saben que las calles que ahora aparecen solitarias y mojadas debieran estar llenas de amigos y familiares preparando la merienda, ni que debieran ser las bandas de música las que llenasen el silencio de la Rúa. 

Quienes no conocen los entresijos de la Semana Santa no imaginan el tremendo vacio que hoy sienten los responsables de una cofradía que se queda en casa, a las puertas. Lo buscaron, cruzaron los dedos, entraron mil veces en internet, contactaron con la Aemet, pero no hubo ese golpe de suerte, ese soplo de viento que disipase las nubes. Y donde debiera escribir la crónica de la más regia de las procesiones que salen en Zamora escribo ahora la crónica de una suspensión y un inmenso abrazo para todos aquellos que hoy no han podido culminar el sueño, su impagable dedicación, su trabajo generoso, de vivir una tarde de Viernes Santo acompañando a un Cristo y a su Madre con el cielo por testigo.

Os abrazo, hermanos, amigos.Y os doy las gracias por vuestro trabajo, ese trabajo que no se ve, esa procesión que sacáis adelante cada día.

Salud para el próximo año.

GALERÍA (Fotos: Rafa Lorenzo y Marcos Vicente)

 

Crónica de una suspensión