viernes. 19.04.2024
El obispo de Zamora, Gregorio Martínez, en la misa del gallo.

La iglesia parroquial de San Torcuato ha acogido esta mañana la eucaristía diocesana de la fiesta de la Sagrada Familia, presidida por el obispo, Gregorio Martínez Sacristán. Con él han concelebrado los párrocos, José Antonio Prieto y Fernando Toribio; el delegado diocesano para la Familia y Defensa de la Vida, Florencio Gago; y el secretario particular del prelado, Esteban Vicente.

Como viene siendo habitual, en la celebración han tenido un lugar especial los matrimonios que este año han celebrado sus bodas de plata y oro. Al final de la celebración se les reconoció públicamente con el detalle de una flor de pascua y un diploma, ante una iglesia abarrotada de fieles. En la homilía, el obispo invitó a estas parejas a "dar gracias a Dios y alabar su nombre por este don que os ha dado de permanecer fieles, de vivir la fidelidad y la entrega a los hijos".

Con palabras claras y contundentes, el obispo dijo en un segundo momento de la predicación que una jornada como ésta "no sólo tiene por fin dar gracias a Dios por el don de la familia, sino también recordarnos los principios fundamentales de nuestra fe en torno al matrimonio y a la familia". Y aprovechó para hacer hincapié en el mensaje de los obispos españoles para este día, en torno a la complementariedad del varón y la mujer en el matrimonio.

Monseñor Martínez Sacristán añadió que "ese matrimonio está abierto a la vida, y la vida es intocable, desde su concepción hasta su término natural". Se refirió a esta cuestión, la del valor de la vida humana, como "una verdad innegociable, algo de lo que no se puede opinar".

Por eso, en el contexto actual insistió a los fieles: "no os acomplejéis si os llaman reaccionarios por defender la vida humana, porque estáis haciendo una aportación fundamental a la verdad y la dignidad del hombre". Y afirmó: "y en este sentido, yo también me siento reaccionario, si llaman reaccionario a defender la vida humana".

Un momento anecdótico de la celebración tuvo lugar cuando, ante el lloro continuado de un niño pequeño, el obispo dijo que eso le recordaba "a los cantos de los ángeles", y señaló que le alegraba que "haya esos llantos en las iglesias, que no molestan".

El obispo presidió la misa de las familias en San Torcuato