sábado. 20.04.2024

“Zamora”, del latín: estruendo

Los integrantes de Klanghör.

El pasado día veintiocho de diciembre me sentí mayor. Klanghor, una de las bandas más prolíficas y originales del panorama zamorano, había ofrecido un concierto memorable, una demostración de calidad que sorprendió a propios y extraños, un show cargado de fuerza y clase, una nueva lección, pero no la última.

Klanghor tiene una virtud y, a la vez, un problema. Su virtud: la capacidad constante para la sorpresa, para reinventarse, para demostrar que el rock o el heavy o lo que demonios hagan estos chicos, suene siempre distinto y ahí, en esa diferencia, está su problema. No suenan como los demás, no pertenecen a corrientes colectivas y ninguna etiqueta les viste lo suficiente; quizá por eso sigan, después de tantos años de carrera, en un cómodo y dulce anonimato del que ellos disfrutan.

Ha pasado más de una década desde que me colé en su primer local de ensayo, desde que sentí enormes deseos de convertirme en una estrella del rock, desde que canté con ellos las primeras canciones de punk rock o como dirían algunos expertos en etiquetas: rock estatal. Aprendí entonces que la música estaba reservada para las personas con talento, con tesón, con ganas de superarse día a día, aunque al poco tiempo aparecieran los famosos y diluidos triunfitos.

Decenas de conciertos y kilómetros después, Klanghor ha alcanzado cierta madurez individual que los ha convertido en un grupo preparado para despegar. Al talento natural y trabajo de Arturo Cepeda en las composiciones, se unen la destreza y la capacidad de superación del resto de la banda. Manu Acilu a la guitarra, con más escenario que ningún otro después de su paso por otras bandas con proyección nacional. Javi Pino, un excelente bajista en constante evolución y, cómo no, el corazón del grupo, Manuel Pérez a la batería, una bestia de las baquetas que combina su excelente técnica con una fuerza arrolladora.

Quizá ninguno de ellos tenga edad, a estas alturas, para pensar en serio en grandes giras, en portadas de revistas, en abandonar sus proyectos vitales en pos de un reconocimiento tan difícil de alcanzar, pero una banda forjada en los locales, en la ilusión y en la amistad, siempre guarda un as en la manga.

Cuando en el año 2005 publicaron su disco más ambicioso, "Zamora", eran demasiado jóvenes e inexpertos. Editaron un excelente trabajo sobre el romancero de Zamora, un puñado de canciones que regeneraban la tradición oral del medievo para convertirlas en pequeñas joyas, en un precioso remake que nunca tuvo el eco ni la presencia merecida entre el público zamorano, su destinatario principal.

En aquellas fechas hablábamos, entre cerveza y cerveza, del sueño -¿inalcanzable?- de crear una ópera rock con ese material, de representar sus canciones con una puesta en escena cercana al teatro y a las videoproyecciones. Hablábamos de tantas cosas que cualquier idea nos parecía genial e inabarcable a partes iguales. Demasiado jóvenes para emprender ese proyecto con osadía y profesionalidad. Y sin profesionalidad, sin la posibilidad de hacer las cosas bien, Klanghor no desciende al barro. Ésa no es su guerra.

Al final, un grupo de rock es una apuesta personal, y la apuesta de Klanghor –del latín, estruendo- era iluminar de una vez por todas las luces y las sombras del romancero, hacer con nuestra historia lo que cualquier otra banda habría intentado hacer con la historia y las leyendas de su tierra. Hacer de "Zamora" una pequeña obra de arte, una contribución al folclore local para ser recordados eternamente como los chicos que desempolvaron el viejo romancero para rediseñarlo de nuevo.

Casi diez años después, tres discos de estudio –y el cuarto en proceso-, Klanghor está preparado para la pelea. Para el combate que han estado años esperando. Más maduros y conscientes de sus posibilidades que nunca, se han embarcado en el proyecto más ilusionante y bonito de todos los que estuvieron a su alcance alguna vez. En septiembre, los zamoranos como usted y como yo, podremos disfrutar de "Zamora" en el Teatro Principal. Klanghor ha vuelto, si es alguna vez se fueron. Y han vuelto para quedarse.

David Refoyo
perdicioncity.blogspot.com
@drefoyo

“Zamora”, del latín: estruendo
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