viernes. 29.03.2024

Recorrido 2: Calle de los Herreros (170 m. 2 minutos)

Quizá sea ésta, junto con Santa Clara, la calle más popular de Zamora. Una estrecha bajada que parece más bien el curso de un río seco que durante muchos años ha sido, y aún sigue siendo, lugar de referencia para el alterne zamorano. Cuando yo era pequeño, allá por los años ochenta del pasado siglo, los Herreros era una de las calles que concentraban a los buscadores de tapas.

Un chato y un pincho. Una caña y una tapa. Un clarete y unos callos. Un corto y media de bravas. Eso es lo que ofrecían las bodegas de la zona. Pero con el paso de los años la calle fue mutando su oferta y por ende su público, y las familias, las parejas y los grupos de jubilados fueron dejando paso a clientes mucho más jóvenes que, en horario nocturno, acudían en busca de fiesta. Y así se fue constituyendo la calle que los de mi generación tenemos en el recuerdo; la callejuela imposible de atravesar, la atestada vía de los empujones y las avalanchas, la calle más larga de Zamora, al menos la que más tiempo tardaba uno en cruzar.

En los noventa, cada local solía ofertar un tipo de música y un estilo, incluso unos biorritmos diferentes. Por ejemplo, en la parte alta, como si la calle incitase a seguir una lógica, se encontraban mayormente los locales de tapas; como el Majín (después llamado Tercer Nivel), el Tagore, Los Abuelos y, por supuesto, el Bayadoliz, la joya de la corona para muchos, un local regentado por el mítico Quique y por cuya barra ha pasado todo zamorano que se precie de serlo a tomar una ración de algo (gambas, alitas, champis), un montado de lo que sea (lomo, panceta, chorizo) o, huelga decirlo, uno de esos triángulos cuya receta se protege como si fuera la de la Coca-Cola.

En la parte media se situaban, por lo general, locales sin tapas, centrados en la venta de alcohol en litros: cachis, minis o como quiera que se llamen. Me vienen a la memoria el Muro, el Juma, La Cooperativa, el Deskontrol, el Chato, el Quinti o los Abuelos 3. Los locales solían especializarse en clientelas concretas que representaban las distintas tendencias, modas o tribus. De este modo, el Moli, el Mesón de los Herreros o el Muro estaban llenos de heavys, mientras que otros como el Deskontrol o la Gasolinera (posteriormente llamado X-treme) se colmaban de bakaladeros.

La calle de los Herreros se ensancha levemente en su parte baja hasta llegar a lo que parece una desembocadura hacia la plaza de Santa Lucía. En esta parte se conservaron siempre, y aún siguen conservándose, locales más clásicos, tipo bodegas o mesones, que jamás perdieron su esencia; me refiero a la Bodeguilla o a ese bar conocido como el Chorizo. Y un poco más abajo, el Kaos, el Tronko, por donde paraban muchos piragüistas (que durante un tiempo también fueron considerados una especie de tribu urbana) o el pub que se llamara Pagos al Contado, que actuaban como apertura y cierre la calle y que hoy, con otro nombre, sigue manteniendo el estilo club. Esta zona era más cómoda por encontrarse más despejada que la parte central de la calle y, por lo tanto, de los empellones.

Actualmente, muchos de estos locales han cambiado de nombre y de dueño. Y aunque muchos otros siguen manteniendo su esencia, no cabe duda de que los Herreros ha sufrido una involución que ha devuelto a la calle parte de su esencia antigua, la de las bodegas. Hace unos meses, un sábado noche, paré por allí a eso de las once de la noche y quedé sorprendido ante la poca afluencia de jóvenes, que sin embargo quedaba parcialmente suplida por la presencia de familias con niños que acudían para practicar el arte del tapeo. En aquel momento pensé que esto pudiera deberse al hecho de que cada día hay menos jóvenes en la ciudad y más en Madrid. Pensé también que la calle podía funcionar como termómetro de la fiesta zamorana y que la ciudad había sufrido un retroceso en el tiempo hasta los años ochenta, cuando los Herreros era el epicentro de otro tipo de alterne, el del chato y el pincho, el único que nada ni nadie, ni siquiera la diáspora, podrán erradicar. Nuestra esencia.

Recorrido 2: Calle de los Herreros (170 m. 2 minutos)
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