viernes. 29.03.2024

La silenciosa mayoría

"Hoy, en la solemnidad del Corpus, el Obispado ha perdido una preciosa oportunidad de reivindicar desde el silencio la inmensa mayoría que somos los que defendemos la paz, la palabra y la pluralidad desde dentro de la Iglesia"

El Obispo de la Diócesis ha instado esta mañana a los católicos a no ser una minoría dentro de la sociedad civil. No seré yo quien le enmiende la plana al prelado zamorano en este "pulso" que ha mantenido con el Ayuntamiento de Zamora en torno a la procesión del Corpus Christi que podría haberse celebrado con total normalidad en cualquier otra plaza de la ciudad. Sus razones tendrá, aunque más bien parecen sinrazones.

Soy católica, creyente, hija de la democracia, defensora de los derechos civiles y sociales de todos. De todos: tirios y troyanos, rojos y azules, anarcas, creyentes, no creyentes, ateos y mediopensionistas. Por eso me importan poco las voces que automáticamente intentan tachar a los creyentes de lo que no somos. Por eso defiendo la iglesia misionera y pobre frente a la que se mueve en palacio; por eso admiro la inmensa obra social de la iglesia, que le quita un papelón cojonudo al Gobierno a la hora de ayudar y socorrer a las miles de familias que no llegan a final de mes.

Soy hija de la libertad y no me avergüenzo de decir que sigo al Nazareno, al que anduvo sobre la mar, al que contemplo en la Cruz, al que sube Resucitado por la cuesta de mi casa; soy hija de la tolerancia y no pido más, pero tampoco menos, para quienes defendemos nuestro credo sin complejos. Quizá por eso sigo sin entender que la Patrona de Zamora siga sin traspasar la puerta de nuestro Ayuntamiento por la que pueden y deben entrar todos: católicos y no católicos, minorías y mayorías, banderas azules, multicolores, tricolores y toda la diversidad que pueda estar representada en nuestra sociedad. Aquí cabemos todos.

Soy hija de una sociedad plural y libre y no entiendo que la procesión del Corpus no haya salido hoy a la calle con toda normalidad, que no se nos haya dejado expresar a los católicos, a los cristianos, a los creyentes, que somos una mayoría silenciosa que no quiere enfrentamientos ni prebendas, pero tampoco discriminaciones. Y para que no haya confusiones, no hablo del Ayuntamiento de Zamora, que ha intentado buscar soluciones consensuadas a este Corpus; ni de los libreros, que tienen que ganarse la vida, que propusieron hacerse a un lado para que la Plaza Mayor fuese un espacio público y compartido, de todos.

Estoy convencida de que hoy una mayoría silenciosa hubiese copado las calles a un solo llamamiento del Obispado, a una invitación a celebrar un Corpus con distinto itinerario y el mismo sentido. Una mayoría silenciosa que hoy protestaba en voz baja por la cerrazón de palacio, por no haber buscado una solución a un problema que no era tal. Una mayoría silenciosa que hoy me pedía que escribiese, que dijese en voz alta lo que pensaban y no manifestaban públicamente para no romper el respeto, las buenas relaciones con la cabeza de la diócesis. 

Soy creyente y no me avergüenzo por ello. Soy creyente y crítica con muchos aspectos de la Iglesia precisamente porque me duelen, porque me siento parte de ella, si necesidad de que nadie me ponga clichés que no me correspondan ni de que intenten darme lecciones de moral aquellos que se escudan en la libertad para vilipendiar a miles y miles de personas como yo, que llevo toda la vida alzando la voz y poniendo la cara por quienes no pueden hacerlo y que me muevo a golpes de corazón por todo lo que me parece injusto venga de quien venga. A esa mayoría silenciosa que hoy hubiésemos salido a la calle en una acción que hubiese sido más rotunda, pacífica, visible y masiva, que nos hubiese dado presencia en una sociedad civil a la que pertenecemos por la derecha y por la izquierda.

Hoy, en la solemnidad del Corpus, la mejor inclusión en la sociedad civil hubiese sido tomar las calles en paz, acompañar al Santísimo por las calles, sacar incluso imágenes, pasos, levantar altares, hacer un llamamiento de unidad a cofradías, comunidades religiosas y seglares, colegios e incluso a los vecinos arciprestazgos de la Tierra del Pan y del Vino, al alfoz zamorano.

Hoy, en la solemnidad del Corpus, creo -y lo digo con todo respeto- que desde el Obispado hemos perdido una preciosa oportunidad de hacer una fiesta, de reivindicar desde el silencio la inmensa mayoría que somos los que creemos y esperamos, los que defendemos la paz, la palabra y la pluralidad desde dentro de la Iglesia.

No nos silencien.

 

La silenciosa mayoría
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