viernes. 29.03.2024

La España de ficción en la noche del cine

Premio Goya, máximo galardón del cine español. (Foto:rtve.es)

La ciclogénesis explosiva que nos asola nos ha dejado en casa plantados ante la pantalla como espectadores de la Gala de los Goya sí o sí. En una provincia mitad entoñada en nieve y mitad anegada de agua, la retransmisión de la gala del cine español se convierte en una de las mejores opciones para matar la noche antes de irse al sobre. No está la noche para vinos, por mucho que podamos presumir de cuatro Denominaciones de Origen de primer nivel.

Las calles desiertas y rezumando agua. El aire llamando con sus puños invisibles a los portones y ventanas. Y la tele encendida como una ventana a un teatro al que asistimos año tras año como espectadores de algo que debería ser la fiesta del cine y se ha convertido en una gala de neoprogres que quieren hacer del séptimo arte una palestra política que resulta estomagante para quienes entendemos que las artes no tienen color ni signo ni bandera.

Bellezones patrios que piden dinero para la cultura española enfundadas en modelazos de modistos franceses, italianos y americanos, hablando de recortes y apreturas cuando las únicas apreturas que conocen son las de las costuras de sus ceñidos modelos en la cintura. Rojeras de Chanel que paren a sus hijos en los hospitales privados más caros del mundo, demagogos de diseño que no tienen que hacer encaje de bolillos para cuadrar un fin de mes. Gentes con joyones que cuestan más de lo que muchos ganamos en años hablando de la crisis, del IVA, de los impuestos que evaden en paraísos fiscales, de esa España de ficción más real que la vida misma.

Y ahora que los veo como si los tuviese metidos en el salón, pienso en si ese postureo tiene que ver con la España real, con nuestra vida, con el día a día, con nuestra Zamora pequeñita que ahora mismo tiene las calles desiertas y empapadas mientras escuchamos arengas de todo tipo frente al televisor, con la búsqueda de trabajo de los seis millones de parados que no saben cómo matar el tiempo, con la angustia de los impagados, con el estress de los que trabajan a destajo bajo contratos abusivos.

Postureo de famosos, pijos de diseño y puño en alto que reivindican cuestiones que a ellos les parecen de ciencia ficción, por situarnos en lo suyo. No, no son nuestros vecinos de los extrarradios, ni los que duermen a cielo raso, ni los que hacen cola en Viriato en la puerta de Cáritas, ni los curritos del pequeño comercio que sobrevive como puede, ni la gente que hoy se ha quedado sin luz en Sayago o los que están medio aislados en Sanabria por la nieve sumando inviernos.

Lanzan consignas en favor de una España a su medida, tan irreal como sus papeles en el celuloide. Porque en la España real aún existen provincias como la nuestra en la que los pueblos se mueren de vejez y despoblación porque nuestros jóvenes no encuentran una forma de vida digna, una forma de conjugar el futuro en el medio rural. Y esto no es una película de ficción, ni está subvencionado por un ministerio, ni entiende de IVAS ni chaneles ni hospitales de a todo trapo el parto ni de rosas rojas sin espinas prostituidas entre algodones. Esto es el día a día, la España nuestra, mi querida España, la Zamora que vivimos, que pisamos, que nos duele, que nos habita, que tanto nos quita y tanto nos da.

No seré yo quien desde mi butaca de sobaquillo aplauda consignas prefabricadas que convierten la cultura en una plataforma política en la que todos hablan aunque ninguno conozca en sus carnes la realidad que nos asola, el guión sin escribir de miles de familias que mandan a sus hijos al colegio sin desayunar o se quedan sin techo por la usura y la trampa de las letras pequeñas.

Noche de cine, ciclogénesis explosiva en las tripas, postureo estomagante de quienes se erigen defensores de una España que no les roza ni por asomo, porque ellos viven más allá de la ficción. La España de ficción en la gala del cine.

Feliz noche, artistas.

La España de ficción en la noche del cine
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