viernes. 19.04.2024

RESPETO

Una de las concentraciones silenciosas en solidaridad con la familia de Laura Luelmo

"El derecho a la información no puede pisotear los derechos individuales porque la libertad de prensa finaliza allá donde comienza la libertad, la intimidad de cada uno".

Sé que una de las leyes del periodismo y de internet es no utilizar las mayúsculas en un titular y no es que lo haya olvidado. Escribo intencionadamente RESPETO en mayúsculas como titular porque RESPETO, en mayúsculas, es el que le debemos a la familia y a la memoria de Laura Luelmo y de todas las víctimas de la violencia.

Sé también que una de las obligaciones del periodista es indagar, contrastar, informar. Y quizá sea tirar piedras contra mi propio tejado, contra la profesión que más amo, o quizá sea que, después de casi treinta años en ejercicio, cada vez sé menos de esto o no he sabido reciclarme con los tiempos, pero no entiendo ni comparto el tratamiento que muchos medios han dado al trágico asesinato de la joven zamorana a manos de un monstruo.

Cuando una familia anónima salta a primera plana de la prensa nacional de forma involuntaria y terrible; cuando una familia se enfrenta a una noticia tan devastadora; cuando una familia destrozada tiene la fuerza y la dignidad de pedir respeto para su Laura, para su memoria y para su intimidad no una, sino dos veces; cuando una familia guarda silencio para vivir su dolor a puerta cerrada, lo menos que debe hacer un periodista, ya no por oficio, sino por humanidad, por ética, es respetarla, no traspasar la cada vez más invisible barrera que separa la noticia del morbo, el periodismo del cotillero y el amarillismo, la información del espectáculo, el rigor de la conjetura.

No. No todo vale para conseguir un click, una visita, un nuevo cliente. No todo vale para ser el primero en la loca carrera de la información digital, en las efímeras medallas de las exclusivas y las primicias. No todo vale sobre el papel para engarchar a lectores ávidos de detalles que no aportan nada a la noticia, la peor que se puede escribir, la que duele redactar y confirmar, ya por todos sabida, de que la joven zamorana había sido asesinada y agredida sexualmente. A partir de ahí, respeto.

Respeto para la investigación; respeto al secreto de sumario; respeto a una familia que tiene derecho a salvaguardar su intimidad, su dignidad y su duelo, que tiene derecho a comenzar a vivir la ausencia sin encontrar a cada minuto un titular, una foto, una suposición sobre su hija, su hermana, su novia, su amiga. Una familia que tiene que recordar que el derecho a la información no puede pisotear los derechos individuales, que la libertad de prensa finaliza allá donde comienza la libertad de cada uno, de las personas, de una madre, de un padre, de una familia que se enfrenta a una situación inimaginable para quienes no calzamos sus zapatos.

Respeto. El debido, obligado respeto por parte de los periodistas que prostituyen el ejercicio de su profesión a la búsqueda del morbo, del espectáculo; el debido, obligado respeto de los lectores ávidos de detalles, de la carnaza, que solo aportan más dolor a quienes se enfrentan a la terrible ausencia de un ser querido a quien le han robado de forma miserable lo más preciado, la vida. Respeto también por parte de aquellos que han intentado hacer política y barrer para casa utilizando la trágica muerte de Laura para sus postulados, para su demagogia; respeto por parte de las activistas radicales que apuntan al hombre como el enemigo a abatir, como el origen de todos los males.

El problema, la fatalidad, es Laura vivía frente a un  asesino y un violador que estaba suelto porque la Ley que nos rige lo permite. Y no quiero malinterpretaciones ni polémicas, hermanas. Vayamos todas de la mano del hombre, juntos, fuertes, sin miedo, porque hay millones de hombres en el mundo que quieren construir una sociedad mejor, que nos aman y respetan, que nos quieren vivas, libres.

Eso, y no otra cosa, es lo que debiera preocupar a periodistas, lectores, políticos, feministas, no feministas, mediopensionistas, educadores, juristas: la ley, el origen, el intentar erradicar los actos de violencia sexual contra las mujeres. Una ley que debe ser revisada y reformada en casos muy concretos, además de una educación de base que enseñe a los niños desde la cuna a respetar a las mujeres, a respetar la vida, a respetar la convivencia entre todos, la libertad de cada uno, no solo contra la violencia sexual, sino contra cualquier violencia, esa violencia sin apellidos que anida en cualquier esquina, en cualquier individuo, hombre o mujer. Una ley y una educación que ayuden a erradicar esos monstruos a los que Laura hacía referencia en su último tuit.

Respeto, ese respeto que no conocen los tarados y malnacidos que insultaron la memoria de Laura por un minuto de gloria en las redes, demostrando que el peor lobo para el hombre (genérico, hombres y mujeres) es el hombre (genérico, hombres y mujeres), la peor versión de aquellos que nacen sin entrañas, sin moral y sin vergüenza en un mundo que les da cancha, les ríe la gracia y del que más de una vez desearía apearme a toda prisa porque soy incapaz de entenderlo, de seguirle el ritmo, porque no concibo tanta maldad, tanto odio, tal grado de imbecilidad a cambio de una notoriedad virtual.

Mi respeto, mi cariño, mi abrazo para la familia de Laura y de todas las Lauras del mundo que han perdido la vida por decreto de un monstruo; mi respeto para los niños, los ancianos, las mujeres y los hombres víctimas de la violencia, venga de donde venga. Mi respeto, todo mi amor a todos los que sufren esta lacra y el dolor de perder a los que aman de forma violenta e incomprensible. Y también mi condena; mi condena para un sistema legal que permite que arrebatar una vida, profanar a una mujer, asesinar a una persona sea tan barato en nuestro país, en esta querida España que tanto duele y que no sabe ni por dónde anda.

Respeto. Solo eso. Todo eso. RESPETO.

Y ahora, el silencio, la solidaridad. Paz para Laura y para aquellos que tanto la han amado.

RESPETO
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