jueves. 25.04.2024

Escenarios de Pasión: Nuestro Jesús en pie

..."como cuando cruzabas grandioso el puente y surcabas como un navío el Duero, uniendo las dos orillas..." (Foto Jesús Martín)

(Para mis hermanos de paso de Jesús Luz y Vida, por tantos años, por tantas cosas.)

Cerraré los ojos como los cerraba cuando iba debajo del paso con mis hermanos de carga. De vez en cuando los cerrábamos, sí, para rezar. Para recordar abrazados a tu mesa a los que nos faltan. Para tomar impulso y seguir el camino de ida hacia el cementerio o regresar con la oración cumplida y las fuerzas mermadas hasta crecernos como gigantes por la cuesta que desemboca en la plaza de los tilos y la clausura.

Quienes hemos ido ahí debajo sabemos la emoción de detenerse en el camposanto y decir cada año "Aquí lo tenéis. Venimos a traeros Luz y Vida", y alzar a nuestro Jesús sobre las cabezas, sobre esa tapia que separa la vida de la muerte, la noche del sol, el silencio del verbo.

Cerraré los ojos y te soñaré grandioso, como cuando surcabas el puente como un navío inmenso sobre el Duero y unías las dos orillas con tus manos abiertas, en pie. En pie, vivo. En pie, resucitado. En pie, porque Tú nos enseñaste a caminar de pie por la vida. Porque desde niña aprendí que sólo hay que ponerse de rodillas para rezar, para estar más cerca de Dios, no para inclinar la espalda ante las sinrazones de los hombres.

Mi espalda, nuestras espaldas, nuestros hombros, te recibían gozosos año tras año en el reencuentro. La noche pesaba como el plomo en el camino de regreso pero en silencio te sonreíamos.Todo estaba cumplido. Cerraré los ojos y volveré a aquel primer año, a aquella primera vez en que te sostuve con el corazón disparado y el alma temblorosa. Al padrenuestro susurrado bajo el capillo antes de dejar atrás los muros de San Atilano. A los brazos que me abrazaban después de aferrarse a tu madero; a los rostros que sonreían y me transmitían sus fuerzas cuando las mías faltaban. A los que me daban la mano subiendo la cuesta. A todas esas cosas que sólo conocemos los que arrimamos el hombro bajo unas andas o una mesa. A esa alegría, a esas emociones tan íntimas que nadie nos puede robar porque están cosidas a nuestra vida, a nuestra historia. Nadie.

Cerraré los ojos y escucharé de lejos tu promesa de Vida, si tu Luz siempre viene con nosotros y se posa en todos los momentos. Cerraré los ojos y evocaré la sonrisa de los que queremos y nos faltan, que también nos enseñaron a andar de pie por la vida, por el camino de la verdad, por dolorosa que fuese la huella. Y te veré así, caminando, con las manos abiertas, hombre entre los hombres. Sin dolor, sin el madero, andando sobre la mar que aquí es el Duero, igual que te veré cuando cierre los ojos para siempre y te espere cada Sábado de Pasión desde la tierra, desde el aire, desde la nada.

Hemos tenido la suerte, el orgullo, el privilegio de llevarte más de veinte años sobre nuestros hombros. Nuestro Jesús Vivo. Nuestro Jesús en pie. Cerraré los ojos y sentiré el latigazo de las andas en mis huesos, en la cintura, en los gemelos, en cada músculo y en los latidos, porque también se empuja con el corazón, si es cierto que el amor todo lo puede. Y lo puede, Señor. Lo puede.

Cerraré los ojos y te daré las gracias. Porque te hemos tocado con nuestras manos. Porque nos conoces por nuestros nombres. Porque hemos caminado bajo tus pies. Porque sólo es eterna tu Palabra y lo demás nada vale, nada importa; porque sigues prometiendo Luz y Vida a los que ya nos contemplan desde el otro lado.

Cerraré los ojos y te besaré así, con los párpados caídos, porque besar con los ojos es rezar y sólo Tú salvas esta noche en la que tantos caminamos a tu lado, bajo tu mesa, con los ojos cerrados, soñándote.

Gracias, Señor, por tanta vida cerca.

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