miércoles. 24.04.2024

Como cada año por estas fechas, llega el momento en el que se supone que debemos desempolvar los adornos, poner el árbol de Navidad, entonar los típicos villancicos y dejarse llevar por el espíritu navideño. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y, aunque la Navidad es una fiesta que muchas personas asocian con momentos gratos, compartidos especialmente en familia, para otras muchas es una de las épocas más tristes del año. De hecho, frases tales como "odio la Navidad" o "me gustaría desaparecer hasta enero" son bastante comunes en estas fechas.

Este estado anímico de melancolía se conoce como depresión navideña o fenómeno Grinch (en honor al famoso duende cascarrabias del Dr. Seuss que trata de acabar con la Navidad). Pero, ¿a qué es debido este sentimiento de tristeza que a algunas personas nos invade durante la Navidad? Y más importante: ¿cómo podemos atenuarlo?

En primer lugar, debemos tener en cuenta que durante las estaciones de otoño e invierno, por aquello del frío, la luz y sobre todo las oscuras golondrinas, sufrimos del denominado trastorno afectivo estacional producido por la falta de serotonina. Como dice el refrán popular "al mal tiempo, buena cara". Es necesario buscar el lado positivo de esta estación, piensa en lo agradable que es ver una película los domingos en casa o ir al cine, la ventajas de tomar una bebida caliente en vez de una fría o en lo ricas que están las castañas asadas que no te guste este tiempo no va a hacer que dure menos sino que al revés, la estación se te puede hacer eterna. Por ello, trata de no 'hibernar', procura practicar algún deporte y socializarte con tus amigos.

El bombardeo mediático al que nos vemos sometidos, en el que principalmente podemos observar estampas de felicidad y familias sonrientes, causa en nosotros un efecto contrario al de la felicidad, propiciando que comencemos un proceso de reflexión sobre nuestra propia felicidad, las metas que nos propusimos y los objetivos cumplidos. No te dejes afectar por la hipocresía ni te amargues con las contradicciones de la época.

Por si esto fuera poco, nuestra alimentación durante los días de fiesta también juega un papel fundamental en esa transformación que sufre una gran parte de la población. Los hábitos cambian durante las festividades. Las ensaladas dejan paso a los asados, y a los turrones. Así pues, los carbohidratos de absorción rápida y el azúcar, principales ingredientes en nuestra dieta navideña, toman el control de nuestros sentimientos.

Existen, por tanto, factores que inciden en el incremento de nuestro odio cuando llega el adviento. Sin embargo, esto no implica que debamos resignarnos a vivir la Navidad. Existen remedios que podemos poner de nuestra parte para hacer de estos días un viaje mucho menos doloroso, incluso placentero, para aquellos que los esperan con temor.

Para empezar hay que mentalizarse de que no estamos obligados a ser felices solo porque nos lo indiquen las fechas. No hay nada que nos obligue a ser más felices en Navidad de lo que éramos en noviembre, por lo que debemos intentar liberarnos de esa presión. No te quedes en tradiciones pasadas o en aquellas que hacías cuando eras pequeño, todo cambia así que esfuérzate por crear nuevas tradiciones que se adapten a tu situación actual.

Por último,debes aprender a decir que no. Si tu estado de ánimo, tu trabajo o tu bolsillo te impiden atender a las treinta comidas navideñas que tienes marcadas en el calendario, quédate con las que de verdad signifiquen algo para ti y olvídate de los compromisos que solo van a minar tu humor y tu cuenta bancaria.

Y el más difícil todavía: vigila los excesos.

Porque celebrar la Navidad no consiste solo en seguir las tradiciones, sino en dar remate a un año que, para bien o para mal, quedará cerrado. Y qué mejor forma de hacerlo que aspirando a ser, aunque sea solo por unos días, un poco felices

Navidad, paz y amor y el Grinch en cuestión