viernes. 19.04.2024

El artista zamorano da la bienvenida a quienes se acercan a Olivares con un mural donde se representa la cerámica del barrio.

El mural del barrio de Olivares ilustra la "Cerámica de Olivares" que emana de los diferentes alfares asentados en el emblemático arrabal zamorano. La cerámica vidriada de Olivares tiene sus orígenes, a partir del establecimiento de tres familias alfareras procedentes de la localidad leonesa de Jiménez de Jamuz, a mediados del siglo XVIII. Los hogares de estos alfareros y sus descendientes serán los protagonistas de una actividad que dejarán la impronta artesanal en Olivares. Una actividad económica que se mantendrá hasta la primera mitad del siglo XX que, junto a otras actividades artesanales como las de los tejeros y molineros, sustentarán muchos de los hogares del popular barrio zamorano.

En el mural se puede observar dos piezas representativas de la cerámica de Olivares: una plato o fuente de boda y una jarra, todo ello coronado con un azulejado con la denominación del barrio. La fuente era una pieza, que amén de otras utilidades varias, se solía regalar a los contrayentes de las bodas. En ocasiones, se solía especificar las iniciales o los nombres de los novios, aunque la que aparece en el mural se ilustra con el nombre del alfarero que la realiza, Andrés Cerrón, y el año de su confección.

Andrés Diego Cerrón Romeo (1850-1920), hijo del alfarero Miguel Cerrón Prada, proviene por vía materna de la saga más emblemática de los alfareros de Olivares, los Cabañas, su madre era Mónica Tomasa Romeo Cabañas.

En la jarra del mural también se observa, aunque de forma parcial, el nombre del autor Manuel, que pudiera corresponder a Manuel Cabañas Matilla, coetáneo del anterior, y descendiente directo de Antonio Cabañas Prieto, el primer individuo de la saga en asentarse en Olivares.

Ambas piezas se encuentran depositadas en el Museo Etnográfico de Zamora.

El friso superior es un serial de azulejos, en él que se lee "Barrio de Olivares", representa una de las piezas más emblemáticas de los alfares zamorano en el siglo XIX, el azulejo, que se empleaba para la rotulación de las calles y la numeración de las casas. La rotulación de las calles se plantea por primera vez, a propuesta del Ayuntamiento de Zamora, en el año 1773, retomándose la idea en 1844 y será en 1860 cuando se generalice para adaptarse a la Real Orden de 24 de febrero de 1860.

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