viernes. 19.04.2024

Todas no somos Laura

"Nosotras vivimos y Laura está muerta porque presuntamente la ha matado un hijo de puta que jamás debió estar libre frente a su casa, en el mismo pueblo donde hace años intentó violar a otra mujer".

"Te enseñan a no ir sola por sitios oscuros en vez de enseñar a los monstruos a no serlo. ESE es el problema". Esta frase era la que retuiteaba la joven Laura Luelmo en 2015 en su cuenta de Twitter. Una frase que ahora que todo el mundo conoce su nombre, que su nombre es Trending Topic en las redes sociales, ahora que #TodosSomosLaura te encoge el alma, te acelera el pulso. Porque todas no somos Laura. Porque a Laura la han matado y nosotras estamos vivas. Vivas para luchar en su nombre; vivas para que no haya más Lauras.

Laura no iba sola por ningún sitio oscuro. Laura salió a correr por el campo a plena luz del día, pero los monstruos también son monstruos a plena luz del día. Y Laura vivía frente a un monstruo; un monstruo como tantos monstruos que nunca dejarán de ser monstruos. Un monstruo que ya había matado a una mujer e intentado violar a otra. Un monstruo que debería estar en la cárcel y no disfrutando de la luz del día, la misma luz y el mismo aire que disfrutamos tú y yo, la misma luz y el mismo aire que jamás disfrutará ya Laura porque ese monstruo le ha robado todo, hasta la vida. Todo.

Esta tarde he llorado. He llorado por Laura, a la que no conocía. He llorado de rabia, de impotencia, de dolor, de ganas de matar con mis propias manos a este monstruo y a todos los monstruos que matan a mujeres por ser mujeres. He llorado porque hace siete meses no era Laura, era Leticia, y nada ha cambiado, nada ha pasado para que dejen de campar libres los asesinos por las calles en virtud de unas leyes y de un código penal que no es capaz de protegernos. Esos monstruos que hacen que las mujeres que salen a correr tengan miedo por ellas, por sus hijas, por sus hermanas, por sus amigas.Y yo, que siempre fui valiente, brava, tengo miedo; un miedo que nunca antes había sentido. Y dolor. Y rabia. Ira. Impotencia. Me falta el aire, me faltan las palabras. Miedo. Un miedo que mis amigos cuando salen solos no sienten. Un miedo que atenta contra la Constitución y la libertad, porque salir a la calle sin miedo es un derecho de todos. De todas.

No, no es solo problema de educación; no es problema del manido heteropatriarcado ni de enseñar a los monstruos a no serlo. Es violencia, es terrorismo, que viene de terror. Es una ley de mierda que pone en la calle a elementos, a asesinos, a violadores, a monstruos como el vecino de Laura, el que la desnudaba con la mirada sentado en una silla frente a su casa. Nadie le dijo que era un violador y un asesino. Nadie.

Me imagino la sonrisa ante una vida nueva en Huelva, tu alegría cruzando España Vía de la Plata abajo por esa autovía que tan bien conozco, el reto de un nuevo puesto de trabajo en una época en la que encontrar trabajo es un milagro. Pero todo eso, la sonrisa, el milagro, la misma vida, quedaba el miércoles semienterrado bajo unas ramas junto al cuerpo sin vida de Laura, que no es una menos, que es una más. Una víctima más de un asesino salvaje a quienes unos jueces presuntamente han puesto en la calle aplicando un Código Penal que se lo permite, que le obliga a ello. Nos están matando.

No es una menos, es una más. Una mujer más que muere a manos de un monstruo, de un asesino, de un enfermo, por ser mujer. Por ser una hermosa mujer cuyo pecado fue salir a hacer deporte después de comer, cuyo pecado fue la mala, la maldita suerte de alquilar una casita frente a la guarida de un monstruo.

Ahora vendrán los minutos de silencio, ese silencio que corta la respiración cuando un pueblo entero, tu pueblo, tu Zamora bonita, joven Laura, no es capaz de hablar de puro dolor, consternada. Ahora vendrán las declaraciones institucionales, el buenismo, el repetido tantra de que no se debe legislar en caliente. Pero hay fuegos que ya no se apagan, hay heridas que no se cierran y este país, nosotros, todos, le debemos eso a todas las familias destrozadas por gentuza que no merece ningún beneficio penitenciario, que son una amenaza para la sociedad. Díganme ahora con qué cara pueden mirar los jueces o los políticos que pueden cambiar la Ley los ojos de los padres de Laura, de Leticia, de Diana, de Marta, de Sandra, de todas las Lauras que ya no viven.

Hoy desde nuestro dolor, desde nuestra impotencia, gritaremos al mundo que todas somos Laura. Pero no, todas no somos Laura, aunque la sintamos tan dentro, aunque tanto nos duela. Nosotras vivimos y Laura está muerta porque presuntamente la ha asesinado un hijo de puta que jamás debió estar libre frente a su casa, en el mismo pueblo donde hace años intentó violar a otra mujer.

Todas no somos Laura, aunque podríamos morir de dolor. Nosotras estamos aquí. Y nosotras, que estamos vivas, le debemos lograr una revisión de la Ley, le debemos otro tipo de condenas. Le debemos salvarnos, le debemos que no quede un solo monstruo en la calle, además de educar en valores a posibles monstruos.

Para tu familia, para tu gente -que también es la mía-, todo mi amor y mi respeto, mi fuerza, mi energía, mi cariño. Y para ti, Laura, mis lágrimas y mi dolor, mi tremenda impotencia. Y la certeza de que a todas nos han matado un poco contigo bajo unas ramas en Huelva.

Descansa en la paz, hermosa Laura, pinta con tus lápices prodigiosos el cielo; pinta de esperanza, sin miedo, sin monstruos, la vida de todas las mujeres, de todas las Lauras de la tierra.

Todas no somos Laura
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