miércoles. 24.04.2024

Llevad la Luz y la Vida, hermanos

Sábado de Pasión de 2016. La cámara de Carlos Fernando García Andrés nos pilló así al culminar la Cuesta de San Ildefonso, en el fondo antes de emprender el regreso a la Catedral.

Tú, Olga, tan serena siempre, tan alta y digna, tan hacia dentro. Yo con el pelo empapado en sudor y las gotas escurriendo por la nariz, abrazada al banzo, después empujar en la cuesta con la cintura, las pantorrillas, los hombros y el alma.

Así, como se carga; como se siente debajo de un paso, abrazadas a la madera de nuestro Jesús de Luz y Vida, el que surca las calles entre la vida y la muerte, el que acerca las dos orillas, el que lleva el consuelo en las en las manos y la promesa en los labios.

Este año ninguna de las dos estará ahí. Tú cicatrizando una operación reciente y yo haciéndole caso a mí quebrada espalda que me ha apartado definitivamente de la carga.

Quien no conoce, quien no siente, quien no sepa lo que es sentir que llevas a un Dios Vivo sobre los hombros, el inmenso vacío que hoy habita mi casa sin la túnica ya dispuesta, sin la faja preparada, sin buscar a última hora el pañuelo del cuello, sin sentir el medallón sobre el pecho o el pie desnudo de nuestro Jesús sobre los hombros. Sin la voz de Daniel llamándonos a la última talla y esa sensación de que el alma se nos escapa cuando levantamos por vez primera a nuestro Jesús o cuando lo sostenemos en pie frente a los muros del cementerio, donde duerme el amor.

Pero hoy, en apenas un par de horas, Él volverá de nuevo a surcar las calles como un navío inmenso y otros hermanos ocuparan nuestro sitio, nuestro hueco, y así será para siempre. Han sido un regalo los 28 años hombro con hombro, corazón con corazón, en un viaje interior bajo tus pies, del dolor al consuelo, del vacío a la esperanza.

Pero estamos. Claro que estamos. Ahí debajo cabemos todos: los que idearon hace 30 años una procesión para la tarde del Sábado de Pasión y cumplieron el sueño de la Luz y de la Vida; los que un día cargaron a nuestro lado y ya son la caricia del aire junto a la madera; los que no podemos estar pero cargamos con la mirada y esperamos su paso majestuoso por las calles y que cruce el Duero, como se cruza de la vida a la muerte, para llegar a prometer la luz a todos los que hemos amado.

Y hoy, cuando se cumplen treinta años de aquella primera tarde, estas palabras van por vosotros, mis amigos, mis hermanos, que aún tenéis el gozo, el privilegio de sentirlo caminar sobre tanto esfuerzo, sobre tanto amor. Es la Luz. Es la Vida.

Buena procesión a todos, hermanos.

 

 

 

Llevad la Luz y la Vida, hermanos
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